CAPÍTULO 20. VERDADES AMARGAS

Felipe miraba por la ventanilla del auto, miles de preguntas se aglomeraban en su mente inquietándolo “¿Estaría haciendo bien? Tal vez no debería atarla a él, su corazón se resintió cuando vio el rostro de desosiego de Alondra, ella ya no lo amaba”, se pasó las manos por la cabeza con desespero, despeinándose el cabello. Manolo lo observaba con curiosidad y no pudo evitar expresar con molestia.

—Te prohíbo que te metas en donde nadie te ha pedido opinión —espetó con rabia Felipe.

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