Mi ceño se frunce, y aunque sé que no debería mirar, que no es asunto mío y que mucho menos debo traicionar su confianza de ese modo tan estúpido, algo en el fondo de mi mente me grita que mire el maldito mensaje y no permita que me coma la cabeza durante el resto del día.
Trago saliva con dificultad y echo una ojeada rápida en su dirección antes de coger el aparato con dedos temblorosos. Mis ojos releen el mensaje una y otra vez, como si algo no tuviera sentido, pero sintiendo como el corazón se me encoge.
Olivia
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