Estaba casi petrificada. Ese hombre casi no se parecía a Javier, no tenía como haber sabido que era él. Sólo cerró la puerta y se paró para esperar que le dijera cualquier cosa desagradable.
-Tranquila, muchacha. No muerdo, ya ni siquiera ladro, pero sigo siendo igual de perro, como algunos colegas me llaman.
-Disculpe, yo… no lo esperaba.
-Bueno, Javier lleva un mes tirándola pelota a otro lado. No ha querido que te conozca.
De pronto, Gloria al fin recobra la compostura. Tiene trabajo que terminar y, por muy dueño que sea, quiere despachar al ho