Capítulo 5
—No me divorciaré, quítate esa idea de la cabeza. Si Samuel nos está viendo desde el cielo, tampoco querría que nos divorciáramos. Y tendremos más hijos —dijo él.

De mi se ganó otra merecida cachetada. —¡Canalla! ¡Lárgate!

Lo eché a patadas y golpes, sintiendo cómo la rabia me consumía. ¿Cómo podía esta bestia decir semejantes cosas?

Sin contemplaciones, le pedí a mi abogado que iniciara de inmediato el proceso de divorcio. Pero antes, me aseguraría de hacerle la vida imposible.

Apenas se fue Alejandro, Viviana me pidió vernos. En la cafetería, la vi acariciarse el vientre con una sonrisa de satisfacción.

—Te aconsejo que dejes de insistir. Vi los mensajes que le enviaste anoche. Jessica, qué vida tan triste tienes, hasta perdiste a tu hijo. Si fuera tú, ya me habría quitado la vida —dijo con malicia—. Ya no eres joven, retírate en este momento con dignidad. Alejandro y yo tendremos nuestros propios hijos.

Sonreí y le lancé el café caliente en la cara. Ella gritó: —¡¿Qué haces carajo?!
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