Después de la prueba me dirigí a mi habitación, todos me felicitaron ahora todos habían visto mi lobo plateado, cuando era pequeña mi padre entro en pánico la primera vez que vio a mi loba Kayla y su pelaje plateado.
Al subir las escaleras mi vista se nublo y tuve que apoyarme del barandal, estuve a punto de caer, pero no iba a permitir que me vieran y seguí caminando.
El cansancio se apodero de mí y estuve a punto de caer al suelo, pero Hansen me sostuvo a tiempo.
“Aquí estoy hermosa, no te preocupes te tengo, nadie te podrá ver, vamos a recostarte en tu cama, te parece” me dijo mirándome y sentí como me derretía de amor en sus brazos.