Al día siguiente tal y como habían acordado, Mateo recogió a Micaila justo en la puerta de su apartamento. Ella casi no había reparado mucho en su apariencia hasta que entró en el auto, el chico a su lado vestía unos pantalones acompañados por una camisa blanca de hilo y zapatillas deportivas, el cabello ligeramente húmedo y si cerraba los ojos podía percibir incluso el cítrico aroma de su loción, era inevitable no sentirse atraída o tal vez dicha atracción seria resultado del lazo que los unía
-Micaila ¿me escuchas?- pregunta Mateo interrumpiendo sus pensamientos
-Perdón ¿me decías?
- pues estaba diciendo tenía miedo que te arrepintieras a última hora
-¿porque habría de hacerlo?
- Pues no sé creo, que vamos muy rápido
-lo dice el lobito que desde el primer momento que me vio me reclamó como suya- bufa mientras se ajusta el cinturón de seguridad
-pues si… no quiero forzarte a nada, sabes que puedo esperar el tiempo que sea necesario- aclara mientras arranca el auto
- es eviden