13. Llorar sobre la leche derramada es causa perdida.

Camille no deja de mirarme, en sus ojos noto que pide auxilio desesperadamente. Está asustada, pero creo que justo ahora estoy más asustada que ella.

—¿Qué hace ella aquí? ¡¿Por qué la trajiste aquí?! —mis gritos solo provocan risas en Adam, lo cual me enoja.

—No eres su madre, niñita. Cállate y termina lo que sea que estabas haciendo con este caballero.

—Adam, lárgate de aquí. Estás en mi casa. No dejaré que te cojas a esa niña en esta casa —observo sorprendida a Dominik. ¿Acaso dejará que se la lleve sin más? ¿acaso no la ve temblar?

¡Pero soy una tonta! Claro que dejará que se vaya con ella. A él no le importa un pepino lo que le pase a Camille.

—Camille, vámonos de aquí —ella niega con la cabeza, hasta que se ríe.

¡Pero qué carajos! De inmediato mi ceño se frunce. Hace un segundo estaba temblando como un bebé con frío y ahora está muerta en carcajadas.

—Es una broma, Heather. Estoy bien —Camille se suelta de su agarre y se

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