Pelea por el hijo del CEO
Pelea por el hijo del CEO
Por: Jema Kumo
1. UN ENCUENTRO INESPERADO.

Mustafá Alamar, un hombre fuerte, de más de un metro ochenta de estatura, muy varonil, que a través de su elegante traje se le marcan los músculos de su espalda, sus grandes y fuertes brazos, la barba cerrada y tupida, el cabello bien alineado, es un empresario exitoso, está en el Salón Dubái, un restaurante muy elegante y famoso, situado frente de la fuente, el área reservada en donde se encuentra queda frente a la barandilla donde turistas y gente de la región aprecian las coreografías de las famosas fuentes danzantes en Dubái.

Se encuentra sentado al lado del adversario más importante de su padre, quien durante muchos años ha tratado de derrocar la empresa que ha sido parte de su familia desde la época de su abuelo, pero en este momento es Mustafá es quien lleva las de ganar, al obligarle a firmar un contrato que beneficiaría a su familia, y que terminaría con años de disputas y que, ante los ojos de su madre, le daría el lugar que le corresponde.

En medio de la negociación, que le dará la gloria a la empresa de su familia, Mustafá ve a través de la ventana a una mujer con dos niños que están viendo la coreografía de las fuentes, le llama la atención el niño, que observa con mucho cuidado el movimiento de la fuente, sin prestar más atención continua con su reunión.  

Pasados unos minutos y después de haber terminado la firma del contrato, sale Mustafá del restaurante junto a Malek su asistente y mano derecha, ve como en ese momento cae una tarima sobre ese niño que hace unos instantes le había llamado la atención, corre rápidamente a auxiliarlo, quita las maderas de encima de su pequeño cuerpo y se da cuenta que tiene un fuerte golpe en la cabeza y una madera incrustada en su pequeña piernita.

— ¿Quién es la madre de este niño? — grito Mustafá asombrado por lo que estaba pasando.

— ¿Dónde está su madre? — pregunto varias veces sin recibir una respuesta.

— ¡Trae el auto!, vamos a llevar a este niño al hospital— le dice a su chofer.

Apresuradamente toma al niño entre sus brazos y lo sube a su auto mientras le dice al chofer que lo lleve rápido al hospital más cercano, durante el trayecto el niño recobra el conocimiento

— Me duele mucho — le dice Ahmed llorando.

— No te preocupes vamos al hospital, ahí los doctores te revisaran y se te quitará el dolor— le responde Mustafá, tratando de tranquilizar al niño.

Justo en ese momento al otro lado de la ciudad esta Dalila Salem, una chica joven muy delgada y muy hermosa, de pelo largo, lacio, hasta media espalda, es la madre de Ahmed Salem, el niño que está siendo llevado al hospital, ese día Dalila le había pedido a Nayla su mejor amiga, que cuidara de Ahmed cuando saliera de la escuela en lo que ella salía de trabajar.

Dalila se da cuenta de la hora, ya ha terminado su trabajo y muy contenta se dirige a la salida, quiere ir con su hijo por que hoy es su cumpleaños número cuatro, toma apresuradamente su bolsa y un paquete que tiene unos zapatos que Ahmed espera, sale corriendo de la oficina, pasa por un pastel y apresuradamente se sube al transporte público para ir hacia su casa.

En ese momento recibe una llamada del hospital.

— ¿Es usted la madre o tutora de Ahmed? — pregunta una voz en el teléfono.

— Si soy yo, soy su mamá, ¿quién habla? — pregunta Dalila un tanto desconcertada.

— Le llamo del hospital central de Dubái, su hijo ha tenido un accidente, debe venir inmediatamente — le contesta la trabajadora social del hospital.

Dalila desesperada le pide al chofer del transporte público que pare, que la deje bajar por que debe ir a ver a su hijo al hospital, se baja y toma un taxi.

Al llegar a la sala de urgencia ve a su hijo muy herido, conectado a un monitor, un doctor lo está revisando, todavía tiene el pedazo de madera en la pierna, Dalila al ver esto queda impactada, se pone pálida, siente como sus piernas no la sostienen y le entra un miedo que recorre todo su cuerpo.

— ¿Es usted la madre del niño? — pregunta el doctor a Dalila que se queda viendo a su pequeño sin poder reaccionar.

— ¡Si, soy yo! – responde Dalila.

— Ha perdido mucha sangre, es necesaria una transfusión, de no ser así el niño morirá — le dice el doctor.

Dalila en ese momento casi sin poder hablar de la impresión de ver en ese estado a su pequeño hijo, asiente con la cabeza dando la autorización al doctor para que haga la trasfusión de sangre. En ese momento interrumpe la enfermera.

– No hay sangre del tipo que necesita el menor – le informa al doctor.

Resulta que Ahmed tiene una sangre muy difícil de encontrar es AB negativo.

— ¿Tiene algún familiar con ese tipo de sangre que pueda donarle al niño? — le pregunta el doctor a Dalila.

A lo que le responde negativamente, no hay nadie que ella conozca tiene el tipo de sangre que necesita su hijo.

La enfermera le dice al doctor que el banco de sangre más cercano que tiene el tipo de sangre que necesita Ahmed tardara 5 horas en llevar la sangre hasta el hospital.

— ¡Es mucho tiempo!, no creo que Ahmed aguate tanto, debe prepararse para lo peor — le dice el doctor a la madre.

Dalila suelta en llanto ante esta situación, al no poder hacer nada por salvar la vida de su pequeño Ahmed, al verlo tan indefenso en esa camilla de hospital.

Se acerca Mustafá a preguntar por el estado del niño, la enfermera le dice que como no es familiar no puede darle informes, Dalila al escuchar su voz queda paralizada, nunca podría olvidar esa voz, voltea y reconoce a Mustafá, él la ve y sin pestañear se da la vuelta y camina dirigiéndose a la salida, Dalila ve como Mustafá se va, cada paso que da se ve como en cámara lenta, toma fuerzas al ver a su hijo en la camilla, y grita:

— ¡Detente!, espera por favor — Mustafá voltea y sin decir ni una sola palabra se le queda viendo a Dalila, ella se apresura hacia él.

— ¡Por favor, ayúdame!, ¡salva la vida de mi hijo! – le pide a Mustafá cuando está a su lado en la sala de urgencias.

— ¿Y qué puedo hacer yo por este niño? — pregunta con asombro.

— Salva a mi pequeño, los dos tienen el mismo tipo de sangre — le dice con desesperación a Mustafá.

— ¿Y tú como sabes qué tipo de sangre tengo? — pregunta Mustafá muy molesto y desconcertado, sin contestar Dalila insiste.

— Por favor salva a mi hijo — le suplica desesperadamente, sabe que debe convencerlo si quiere salvar la vida de su hijo.

Sin hacerle caso Mustafá se voltea y empieza a caminar hacia la salida, Dalila se apresura y se pone de rodillas frente a él, suplicando por la vida de su pequeño, desesperada entre llanto suplica una y otra vez que salve a su hijo.

— Ese niño no es nada para mí, ¿porque tendría que hacer algo por él?, además tú no eres clara del por qué tendría que ayudar a ese niño — Mustafá empieza a caminar hacia la salida dejando a Dalila llorando desesperada en el piso de la sala de urgencia.

En ese momento al ver que la única posibilidad de salvar la vida de su hijo se va hacia la puerta, toma la fuerza de su alma, se levanta.

— ¡Él es tu hijo! — grita Dalila desesperada.

Mustafá incrédulo por las palabras de Dalila, pero conmovido por la desesperación de una madre, se detiene.

— ¿Qué tipo de sangre tiene?, por favor ayude al niño — el doctor le explica que, sin una transfusión de sangre el niño perderá la vida.

Una de las enfermeras lleva a Mustafá a la sala de donación de sangre y hasta no asegurarse de que Ahmed recibe la sangre, no se aparta de su lado.

En la sala de urgencias esta Dalila esperando tener noticias de su pequeño Ahmed, cuando llega Samira Nazer, la prometida de Mustafá, se acerca a Dalila

— ¿Es usted la madre del niño, como se encuentra? — le pregunta Samira.

 Dalila amablemente le agradece su preocupación, en eso sale Mustafá después de haberle dado su sangre a Ahmed, Dalila asustada de verlo empieza a caminar hacia la salida para escapar de él, Samira detiene a Mustafá, pero él la aparta y empieza a seguir a Dalila por todo el hospital, mientras ella camina cada vez más rápido tratando de escabullirse.

Mustafá la busca por varias áreas del hospital sin dar con ella, se dirige hacia el estacionamiento, donde se encuentra con Samira, su prometida, le dice que se vaya a descansar que ha sido un largo día y que mañana tendrán tiempo de verse, Samira asiente con una pequeña sonrisa y se marcha.

Mustafá se sube a su auto.

— ¡Vamos para la casa! — le dice a su Malek, su asistente y amigo.

Durante el camino iba pensando en lo que había pasado.

— ¿Qué pasaría si una extraña se acercara y le dijera que tienes un hijo y que necesita tu sangre para salvarlo? — le pregunta Mustafá.

En ese momento Malek le dice al chofer que detenga el auto y que regresen al hospital para aclarar lo sucedido, Mustafá solo le pasa el saco que tenía la sangre de Ahmed de cuando lo llevo a hospital y le pide que haga un análisis de ADN.

— No es necesario, primero investiga a esa mujer y por qué ha tratado de jugarme esta broma de mal gusto — le dice a su asistente.

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