Para Salvar a Su Primer Amor, Mi Esposo Me Dejó Morir en el Mar
Para Salvar a Su Primer Amor, Mi Esposo Me Dejó Morir en el Mar
Por: Todo Perfecto
Capítulo 1
Soy una muchacha que ama demasiado la belleza. Sin embargo, jamás imaginé que un día moriría de una manera tan fea… y, sobre todo, cruel.

Después de torturarme de forma brutal, los secuestradores me arrojaron a la orilla del mar, dejando que las olas heladas me golpearan, una y otra vez. La sangre brotaba de mi cuerpo, tiñendo de rojo el agua a mi alrededor…

Dylan García se lanzó a toda prisa sobre Ada López, sin siquiera dirigirme una mirada.

Cuando finalmente me llevaron al hospital, ya casi había perdido toda mi sangre, y mis piernas estaban hechas trizas. Los médicos y enfermeras parecían no haber visto jamás a alguien en tan mal estado. Frente a mi cuerpo destrozado, no sabían en ese momento por dónde empezar.

—Debemos pedir ayuda al director García —sugirió una enfermera en voz baja—. Es el más talentoso… tal vez pueda salvarla.

Sin embargo, al escucharla, otra enfermera la interrumpió:

—Está salvando a su mejor amiga. ¿Cómo podría dejar de lado a alguien que ama para ayudar a una desconocida?

Esbocé una sonrisa amarga. «Su ser amado...» Pero yo tristemente era su esposa, ¿no? No era una desconocida para él…

Quizás por la rabia y el resentimiento que sentía antes de morir injustamente, mi alma quedó flotando, sin poder descansar en paz. Desde lo alto, pude ver mi cuerpo desfigurado, y no pude evitar sentir una mezcla de tristeza y desconcierto.

Entonces, escuché una voz familiar, y, como succionada por una fuerza invisible, fui llevada de nuevo al mismo túnel oscuro del que había salido. Después de un fuerte mareo, cuando volví en mí, abrí los ojos y vi a Dylan y a Ada en la sala de tratamiento.

Ella estaba en la cama, mientras él, vestido con su bata blanca de médico, le cosía la herida con total esmero y dedicación. La herida no era muy grave; de hecho, se trataba de una herida que, por lo general, Dylan no se hubiera molestado en atender de manera personal.

No obstante, en sus ojos vi con claridad una preocupación genuina.

—Ada, no te preocupes, no dejaré que te quede ninguna cicatriz —le dijo con una voz cargada de ternura.

Después de vendar bien la herida, él la trasladó a una habitación. Y, cuando se quedaron a solas, la besó en la frente con dulzura. Esa ternura que nunca había tenido conmigo…

Tras esto, una enfermera entró para desinfectar la herida de Ada. Mientras trabajaba, miró a Dylan con cierta tristeza.

—Qué diferentes son los destinos de las personas… —murmuró—. Ambas fueron secuestradas, pero la señorita López sobrevivió gracias a usted. Mientras que la otra paciente, la que llegó casi al mismo tiempo...

Antes de que pudiera terminar de hablar, Dylan se apresuró a interrumpirla:

—No hables de secuestros frente a Ada. Eso afectará su recuperación psicológica y emocional.

Él sabía que la otra paciente de la que hablaba la enfermera… era yo. Sin embargo, ni siquiera quería escuchar mi nombre.

La enfermera miró a Ada, que seguía profundamente dormida, y obedeció de inmediato.

Yo, en mi forma etérea, sonreí con amargura. Él se preocupaba de que Ada no tuviera cicatrices, porque arruinaría su carrera como modelo. Y no quería que oyera hablar del secuestro, porque eso también podría dañarla psicológicamente…

Sin embargo, a él no le importaba en lo absoluto cómo estaba yo, que también había sido secuestrada.

Bueno, quizás era lógico. Después de todo, él me detestaba…

Cuando acudió al lugar del secuestro para salvar a Ada, intenté acercarme a él arrastrándome con todas mis fuerzas. Lo rogué para que me ayudara, que nos salvara a mí y al bebé en mi vientre.

No obstante, lo único que obtuve de su parte fue una mirada de disgusto.

—Olaya López —escupió mi nombre—, eres de lo más bajo. ¿Cómo eres capaz de inventar un embarazo para que te salve primero? ¡Todo esto le pasó a Ada por tu culpa! ¡Nunca te lo perdonaré!

Tras esto, y como su «mayor de compasión», llamó a la ambulancia mientras me añadía con desprecio:

—Ya te pagué el favor de haberme salvado la vida antes. Ven al hospital más tarde. Firmaremos el acuerdo de divorcio.

Dicho esto, levantó a Ada en brazos, quien lloraba aterrorizada, y juntos subieron a la ambulancia, tras lo cual ordenó con firmeza que regresaran de inmediato al hospital.

En el momento en que la puerta de la ambulancia se cerró, yo, aún en el agua, todavía me esforzaba por alcanzar la orilla. El viento helado de la playa me cortaba la piel, y las olas parecían querer devorarme viva, mientras mis piernas seguían sangrando sin control…

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