Papá Millonario ¡En busca de un bebé!
Papá Millonario ¡En busca de un bebé!
Por: Luna Nova
1. Pura desesperación

— ¡No puedo creer que me esté haciendo esto a mí! – Steve dio un fuerte golpe en su escritorio con frustración y enojo.

— Cálmate Steve, debe haber una solución, algo que podamos hacer …

— Leo, tú mejor que nadie sabes lo que significa este capricho de mi padre y las graves consecuencias que me va a traer – Steve se pellizcó el puente de la nariz con cansancio.

— Perderé mi puesto de CEO, el puesto que tanto trabajo me ha costado conseguir, ¡y ese imbécil, que nunca ha hecho nada, tendrá más acciones que yo! ¡Se convertirá en mi puto jefe!

— Pienso que deberías reconsiderar lo del examen de fertilidad. Steve hay muchos adelantos en la ciencia, nuevas técnicas.

— Lo que era imposible hace unos años, ahora se puede lograr.

— Hay diversas mujeres dispuestas a alquilar su vientre como madres sustitutas o subrogadas— Leo, como cirujano capacitado, sabía muy bien de lo que hablaba.

— Tu padre solo quiere un nieto biológico, de la madre que sea no debe tener importancia, supongo.

— ¡J0der!, volver a pasar por lo mismo, la misma desilusión, el mismo estrés. Juro que no sé, qué rayos estaba pensando mi padre cuando propuso este absurdo.

Steve recordó, cuando ayer su padre, que llevaba meses enfermo y cada día decaía más, los reunió en su mansión, a él y su medio hermano para decirles, lo que él llamó, su última voluntad.

Un nieto, eso era lo que quería, ver la continuidad de su familia antes de morir.

Le daría el diez por ciento de sus acciones a su primer nieto, lo cual dejaba a Steve, su hijo mayor y resultado del primer matrimonio, en un gran aprieto.

Steve llevaba años viudo, porque su esposa había fallecido en un accidente, pero el problema no era la falta de una mujer para tener un hijo, sino, que él se había hecho unos exámenes y había resultado que le era casi imposible embarazar a nadie.

¿De dónde sacaría ahora un bebé para su padre? ¿Adopción?

Imposible, porque lo primero que se exigiría para entregar las acciones, era una prueba legítima de paternidad.

¿Confesarle su problema a su padre? Más absurdo todavía.

El señor Augusto, con lo machista y retrógrado que era, solo interpretaría su infertilidad como falta de masculinidad, o mejor dicho, falta de huevos.

Y un hombre, sin lo que había que tener bien puesto, no era candidato para ser el CEO de su compañía.

Steve tenía las acciones de su difunta madre, pero sin el apoyo de su padre, su hermanastro, hijo del segundo matrimonio, lograría la mayoría de las acciones y se encargaría de vivir la buena vida, con lo que él se había matado construyendo.

— Y lo peor, es que no quería decirte, para que no te alteraras más, pero, creo que debes saber que me encontré con tu hermanastro y su esposa en el hospital y en la consulta de Gineco Obstetricia.

Leo soltó la bomba con cara complicada.

— Es obvio que va con todo por ese bebé, o más bien por la tajada de acciones de tu padre.

— Leo, no me queda más opción que volverlo a intentar, espero que haya surgido un milagro en la ciencia o estoy jodid0 – Steve miró a su mejor amigo y uno de los pocos, que conocía de su infertilidad.

— ¿No habías dejado unas muestras de esperma en aquel laboratorio donde tu esposa y tú estaban haciéndose los estudios? – recordó Leo

— Llamaré y las pediré a tu nombre, si son viables, podemos partir desde ahí y así te evitas el sacar nuevas muestras.

— Lo dejo en tus manos y recemos por un milagro

Steve no podía creer que, con casi cuarenta años, estuviese teniendo esta crisis en su vida.

Ya se había olvidado de la idea de ser padre.

Su aspiración era encontrar a una buena mujer, que lo acompañara como su esposa y viera en él, mucho más que solo sus billetes en la cartera.

— Acompáñame, ya que estás aquí, a ver las tierras del distrito F que subieron su valor - se levantó y arrastró a Leo para que le hiciera compañía.

Dejaría sus problemas para después, pero mientras fuera el CEO del Conglomerado Brown, haría su trabajo como siempre, aunque quizás estuviese engordando la vaca, para que fuera otro quien se la comiese.

*****

— Emma, querida, no sé cómo lo logras, pero no me canso de decir que los mejores dulces, se comen en tu pastelería – una señora bajita recogía su bolsa llena de pasteles.

— Solo lamento que mi nieta me va a volver loca, cuando des a luz y me imagino el negocio no funcionará un tiempo.

— ¡Sin tus dulces ya no podemos vivir! - exclamó con dramatismo

— No se preocupe, Sra. Ofelia, no cerraré por mucho tiempo— Emma, una sonriente embarazada, dueña de esta pequeña pastelería, le dijo, despidiendo a la clienta fiel de su negocio.

“Por supuesto que no podía cerrar tanto tiempo, aunque quisiera”

Pensó, pasando suavemente su mano por la enorme barriga de nueve meses a punto de dar a luz.

Las preocupaciones de Emma no eran pocas.

No contaba con ningún apoyo, pero eso no era problema principal, porque había decidido criar sola a su bebé, que tanto esfuerzo le había costado tener, debido a sus ovarios poliquísticos.

El mayor problema era la enorme deuda que su esposo le había dejado, antes de ser encontrado asesinado en un robo con fuerza y que venían a cobrarle los usureros mes a mes, como relojito suizo.

Emma agarró de la caja registradora, el sobre con el pago de este mes preparado.

Tenía la confianza de que a su negocio le estaba yendo bien, así que era posible para ella, dar a luz a su bebé, mantenerlo y terminar de liquidar esa m4ldita deuda que no la dejaba prosperar.

La campana de la puerta de cristal sonó y al levantar la vista, vio a los hombres que todos los meses venían a exigirle, por una deuda que no era suya.

— Aquí está el pago, de este mes, como siempre pueden contarlo, está completo – caminó hacia el hombre delgado, tatuado y con cara de maleante que siempre venía a cobrarle.

— Lo siento linda, pero esta vez no vine por el dinero, vine a darte una noticia – le dijo, fumándose un cigarrillo, sin importarle que estaba delante de una embarazada.

— ¿Noticia? - Emma tuvo una mala premonición en su corazón y apretó el sobre con fuerza en sus manos.

— Resulta que el jefe ya no quiere esa miseria de pago todos los meses, así que, o liquidas la deuda que tienes con nosotros o nos entregas esta vieja panadería que dejaron como garantía— soltó sin nada de compasión y Emma creyó que el mundo se le caía encima.

— ¿Cómo… cómo puede ser posible?

— Su jefe me dio su palabra. Me dijo que aceptaría el pago de la deuda mes a mes, porque sabe muy bien que no tengo otra manera de liquidarla – Emma, temblorosa y enojada, intentó razonar con ellos.

— Puedo… puedo pagarles un poco más todos los meses, pero necesito quedarme con algo para vivir, porque igual mi bebé…

— Señora, sus problemas personales, a nosotros no nos interesan, ¿dónde está el contrato legal que mi jefe le dio, acordando lo del pago? – la interrumpió sin piedad, pateando una de las sillas de las mesitas.

— Él… él no me dio ningún contrato, pero lo hablamos cuando vinieron la primera vez a informarme de la deuda, incluso… incluso, usted estaba ahí…

— ¿Qué yo estaba ahí? No se invente historias, señora, aquí no valen palabras, sino papeles oficiales, dónde está el contrato, ¿usted lo tiene? – le sonrió con cinismo.

— ¡Sabe muy bien que no lo tengo, que su jefe me dijo que con su palabra era suficiente, que no me daría ningún contrato a pesar de que se lo pedí varias veces! - Emma le gritó indignada, respirando agitada de la ira.

— ¡Se aprovecharon de mi desesperación! ¡Sabían muy bien que no podía pagarles como mi marido les había prometido!

— ¡Son unos descarados y unos desgraciados! ¡Sabe que no miento, usted estaba ahí…!

— ¡Ya estoy harto de escuchar lo mismo lloriqueos cada vez que voy a cobrar, que si mi padre tiene cáncer, que si mi empresa está en la quiebra, que si mi hija agoniza!

— ¡Me importa una mierd4 sus dificultades, lo hubiese pensado antes de endeudarse!

— ¡La deuda ni siquiera es mía! ¡Cuántas veces tengo que decirles que es de mi difunto marido! ¡Que él ni siquiera contó conmigo!

— ¡Es obvio que ustedes hicieron el negocio con él y ahora se hacen los olvidadizos! – Emma le gritó histérica, impotente y con lágrimas escapando de sus ojos.

— ¿Entonces que caraj0 hacemos, desenterramos al muerto y le exigimos el pago? ¡No sea ridícula!

— ¡Tiene tres días para pagar o entrega el inmueble, 72 horas, ni un segundo más! – sentenció sin pizca de lástima y obviando las súplicas de la mujer embarazada.

— ¡Espera, sabes que no puedo pagar tanto dinero de una vez, esta también es mi casa, me estarán dejando en la calle como una mendiga!

— ¡Tengan piedad, voy a tener un bebé, por favor, les pagaré todos los meses, les pagaré…! - pero todos sus gritos se perdieron en la nada, porque nadie se compadeció de ella, ni de su situación.

Emma se dejó caer en una silla, con las manos temblorosas en la cara, llorando desconsoladamente.

No tenía ni quien le diera ánimos en momentos como estos.

Sin padres, ni familia cercana, solo contaba con su esposo y al final, murió dejando su vida echa un caos.

Vivía en un pequeño apartamento encima de su negocio, que era su sustento, si perdía este inmueble, sería literal una mendiga.

¿De dónde sacaría tanto dinero y cómo podría criar a su bebé, si en tres días quizás estaba en la calle, sin un techo sobre su cabeza?

Algo tenía que hacer, no se iba a quedar de brazos cruzados mientras su vida y la de su hijo se hundían.

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