La forma tan incisiva y autoritaria que Marília hablaba con padre, hizo que su esposa quedara totalmente indignada con aquella situación y no se había arrepentido de haber usado todas sus fuerzas para interferir y los dos no se encontraran.
— ¡Antonio no tiene obligación de intervenir, mucho menos ponerse en riesgo! ¡Acabas de regresar a su vida, pero a pesar de tener la misma sangre, no hay vínculo alguno que lo obligue a tal cosa!
— ¡Por favor, Ana, no compliques todo entre Marília y yo!
Adoptando sensibilidad de aquella mujer al ver el sufrimiento de Marília hizo que la joven se derrumbara en lágrimas, ella se sentó en el sofá y su padre se sentó más cerca de ella alisando su brazo para intentar calmarla.
— No sé qué hacer, pero como usted no puede ayudarme y prefiere escuchar a su esposa, volveremos a ser dos extraños en este mundo, como nunca debimos haber dejado de ser.
Marília tomó a su hija de los brazos y salió de aquella casa, llorando desesperadamente sin mirar atrás.
Anton