Capítulo 10

No sé cuánto tiempo ha pasado, aquí parece no haber reloj más que la posición del sol. Camino hasta llegar a la ventana, creo que he dormido la mayor parte del día porque parece estar oscureciendo, puedo ver del lado derecho la vegetación y varias personas caminando por el lugar. Del lado izquierdo está el comienzo del asentamiento donde vive el resto de personas en este lugar. 

Sus casas son sencillas y no tan espaciosas como la de Aquiles, sin embargo no hay una brecha que los separe. 

Veo a la gente caminar de un lado hacia otro, algunos ríen, otros hablan y conviven, quisiera ser libre como ellos. Quisiera poder volver a mi país. En cambio estoy en este lugar, abrumada, triste y con una conexión extraña con un salvaje que no tiene ni idea de como tratarme… sigo llorando, lamentando esta conexión. Mis piernas aún están débiles, me siento asquerosa. Me siento deprimida porque… en realidad pensé que le gustaba que había una atracción, una buena. 

—¡Señor! —los gritos de un hombre me sobresaltan—. ¡Señor! 

—¡En un momento! —cierro los ojos y niego—. ¡Margot!

Su grito me hace querer hundirme bajo tierra, ni siquiera quiero mirarlo a los ojos, no quiero tenerlo frente a mí, no quiero que… me vuelva a tocar, sé que ni siquiera quería estar conmigo en realidad y fui una tonta. 

—¡Margot! —su grito avisa que llegó hasta mi habitación —¿Qué está pasando?, ¿estás bien?, hay sangre en las pieles y… m****a, ¡estás cubierta de sangre, ¿POR QUÉ NO HAS LLAMADO A NADIE?!

Sus palabras me hacen romper en llanto, quisiera que se callase, lo miro con furia, con desespero, solo quiero irme de este lugar y olvidar por completo a este hombre. 

—¿POR QUÉ NO HAS DICHO NADA, MARGOT? —trata de tocar mi brazo pero lo arrebato de inmediato—. Llamaré al curandero…

—¡NO! —grito con todas mis fuerzas—. ¿Qué m****a te pasa a ti?, ¿quieres que todos se enteren?, vete, y aléjate de mí Aquiles.

—¿Qué te pasa?, estás sangrando, necesitas al…—niego varias veces sin poder creer lo estúpido que es, ha pasado casi un día y apenas va enterándose que hay sangre en su alcoba y de seguro es porque se lo han dicho, él ni siquiera ha tenido al delicadeza de mirar en donde hemos tenido relaciones. 

—¡ES POR QUE ERA VIRGEN! —mi grito lo deja estático, no parpadea, está frente a mí, no se mueve ni un poco y su rostro no refleja ni siquiera arrepentimiento. 

—Margot…

—Vete —digo muy bajo. El dolor no me deja hablar. 

—Margot, no sé qué es eso —apenas puedo creer lo que está diciendo, ¿Qué no sabe lo que es eso?

—¿Qué? 

—No sé qué es virgen —un fuerte golpe me deja sin aire en el pecho, no puede ser, no puede ser tan salvaje, tan idiota, tan.... 

—Nunca había estado con nadie, Aquiles —tomo un largo suspiro para tratar de ahogar mis lágrimas y los gritos. 

—¿Y por qué sangras? —cubro mi boca con las manos y comienzo a llorar con más fuerza, porque apenas puedo creer que he estado con un animal, no le importa la seducción, ni el juego, ni los sentimientos… él solo quería penetrar y ya. 

—Déjame sola —digo entre sollozos y con el corazón molido. Su rostro se desfigura y sale del lugar hecho una fiera. Escucho sus pasos ir y venir y luego nada. 

La puerta se abre de nuevo en segundos y escucho pasos más ligeros he cubierto mi cuerpo con una manta. No quiero ver a nadie, no quiero… hablar con nadie. Concentro la mirada fuera de casa, sigo mirando por la ventana.

—Margot —es Sabina, sigue llamando pero no contesto, solo miro como Aquiles se aleja de casa. Sabina vuelve a llamarme y al girar me mira horrorizada. 

—Su hijo es un animal —digo entre lágrimas para después concentrarme en la ventana.

—Margot, ellos son criados así, son guerreros y nosotros no…

—¡Son unos animales! —mi voz se quiebra—. Ni siquiera… tuvo compasión ¿sabe?, ni siquiera me desnudó.

Mis palabras hacen que caiga al suelo y llore como una niña. Me avergüenza. 

—Mi niña —su abrazo me reconforta, es extraño pero me llena después del rudo trato de Aquiles—. Perdónanos por no ser civilizados, aquí… las cosas son diferentes y…

—No tenía el derecho de tratarme así.

—Lo sé, lo sé —vuelve a abrazarme y nos quedamos así por un rato más. Solo quiero que todo se termine. 

—Vamos, debes de tomar un baño— Sabina me ayuda en el baño, no dice mucho pero su presencia me reconforta, solo estamos calladas mientras labo mi cuerpo y borro cualquier rastro de él.. Después del baño me lleva a la cama y cubre mi cuerpo con una manta. 

—Te traeré algo de comer —escucho como se aleja y cierro los ojos. Un fuerte deseo de morir me invade. ¿Qué pasará después? 

La bandeja aparece en un abrir y cerrar de ojos frente a mí. 

—No tengo hambre Sabina, gracias —ella tuerce la boca y me toma de la mano.

—Un poco, necesitas recuperar fuerzas —niego y cierro los ojos, solo quiero volver a mi vida pasada. Tal vez, si Aquiles hubiera sido un poco… si él me hubiera hecho el amor, si yo… no puedo creer que aun siga pensando en que esto pueda funcionar. Él y yo… Ahogo mi llanto en la almohada. No hay otra opción, solo quiero acabar conmigo y con esto. 

Estoy recorriendo la orilla de la playa, voy y vengo, miro las olas y yo voy junto a ellas, luego salgo del agua y veo que el sol se ha ido y en cambios hay nubes negras y está lloviendo. Luego miro a mi alrededor y hay… lobos, como los que veo de vez en cuando merodear alrededor de esta casa, también son enormes, y los miro rodeados de personas, como si no quisieran devorarlas. 

Luego miro un gran lobo gris que se acerca a mi, es enorme, mis piernas tiemblan también mis manos y pienso en correr, pero luego una idea se me llena la mente “vas a morir”. 

—Aléjate —digo y el lobo sigue caminando hacia mí. Luego se posa frente a frente, me lleno de miedo de pánico al ver sus enormes dientes, pero sus ojos me parecen familiares, son color café y parecen reflejar una profunda tristeza. 

—¿Eres tú… Aquiles? —pero me parece increíble, niego varias veces y el animal se posa a mi lado para estrecharme junto a su pelaje, una tras otra, no puede ser él. Y solo escucho su voz. 

—Mi alma, eres mi mate… 

Las voces me despiertan del profundo sueño, mi cuerpo sigue adolorido y ni siquiera abro los ojos. 

—¿Y ya está bien? —es Aquiles, un fuerte dolor en el pecho me invade de nuevo. 

—Hijo, creo que deberías de ser un poco más…

—No necesito que me vengas a decir cómo ser con mi alma.

—Aquiles, ella viene de un lugar civilizado, distinto a este, tienes que ser más… cortés, esto fue muy importante para ella y… 

—¿Qué? —pregunta

—Los hombres de la isla, están acostumbrados a solo pensar en sí mismo, no se dan cuenta que nosotros somos su fuerza, somos por quien en verdad viven, sus almas y tú… hijo, la has lastimado, las has hecho sentir una mujer muy baja —trato de no romper a llorar—. Aquiles… es importante demostrar el afecto, demostrar el deseo, demostrar… la necesidad. Sé tierno, sé dulce, sé amable con ella. Recuerda que por ella sigues aquí. 

—Pero Sabina, ¿Por qué pasó esto? —un largo silencio le siguió a esta pregunta.

—Por qué tú, te acostabas con mujeres… bajas, muy bajas, que no conocían lo que era la pureza, la castidad y ella sí. Margot era pura, hasta hace unas horas, cuando un animal… la hizo perderla —las palabras de Sabina me dejan helada, lo ha dicho. 

—¿Qué has dicho? —puedo escuchar el enojo en su voz.

—Lo que has escuchado, compórtate como un hombre cuando estés con ella… o haz el esfuerzo. 

Y luego la puerta se cierra. Puedo escuchar como sube las escaleras, sus pesados pasos siguen hasta llegar a mi habitación y puedo ver su enorme sombra. Camina hasta llegar a la silla que hay frente a mi cama y toma asiento dejando escapar un suspiro. Mi cuerpo se estremece. 

—Perdóname Margot, perdóname por ser un animal —cierro mis ojos ahogando un sollozo. Y trato de no moverme demasiado, hasta que me quedo dormida de nuevo. 

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La mujer que siempre carga la charola se encarga de despertarme. Avisa que estará abajo por si necesito algo más y se va. 

Mi cuerpo aún no se recupera y mi corazón sigue destrozado así que las ganas de abandonar la cama son casi nulas. 

Tomo la charola y empujo la comida a mi boca para no tener una razón más por la cual Aquiles tenga que venir a hablar conmigo. Termino la mitad de la charola y la coloco en el mueble. 

Acurruco mi cuerpo y vuelvo a cubrirlo con una manta. Ojalá pudiera salir, ojalá pudiera tener un tiempo libre para mí. Ojalá solo pudiéramos vivir lejos. Pasos pesados inundan la habitación y sé que no es buena señal. 

—Margot —trago saliva pero sigo concentrada en reducir mis movimientos—. Saldré por… un par de días, tenemos que ir de pesca y caza para… la comida y… 

Escucho como se traba cada vez más, y puedo sentir que le parece raro estar dando su itinerario a alguien, incluso a mí me parece extraño que haya venido a decirlo. 

—Tú… ¿necesitas algo? —niego con la cabeza—. ¿Algo de comida tal vez?, ¿algo de piel?, ¿no quieres algo? 

—No, Señor —digo con voz ronca, me parece bien dirigirme a él como cualquier otra persona de la isla, así le deja claro que nuestra relación se limita a eso, y tal vez con suerte pueda vivir en otro lugar. 

—No… no hay necesidad de que me llames así —carraspea y yo me encojo de hombros.

—Por favor, déjeme sola —pido por último y él suspira.

—Prométeme que no te irás, no puedo estar aquí vigilando que tú… no quieras dejarme —sus palabras duelen y muy fuerte, a pesar de que es lo que quisiera, salir corriendo de este lugar. 

—Si yo me voy y me mantengo viva, sería viable ¿no crees?, pudiera funcionar —alzo la vista hasta él y pasa su mano por el cabello desarreglado y recién lavado. 

—No, te necesito aquí.

—Ambos sabemos que puedes tener otras compañías, que si te sigan el paso y soporten el trato —su ceño se frunce y veo como sus dientes chocan.

—No, no quiero otras compañías, ya lo habíamos dejado en claro, además ya nos unimos, tú no puedes estar con nadie más —sonrío tratando de ocultar el dolor, no puedo creerlo. 

—Bien, que buena unión, esa que solo satisface a uno y… —la voz se me quiebra y decido no hablar, así que vuelvo a recargar mi cabeza en la manta.

—Te prometo que no estaré con nadie más —sonrío y asiento.

—No hace falta seguir rompiendo promesas.

—¡No lo haré!

—Déjame sola, Aquiles —gruñe y comienza a caminar. Sus pasos dicen que se ha alejado. Me duele, sí, pero no puedo dejar que eso me haga vulnerable a él. De nuevo.

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