Pasaron minutos en silencio.
Hasta que, inesperadamente, fue Dante quien rompió el aire tenso.
—Alicia.
—¿Sí?
—¿Por qué no me escribiste si era urgente? —preguntó sin girarse.
Ella parpadeó. No esperaba esa pregunta.
—No era urgente. Solo… —buscó una excusa, pero no la encontró—. Solo quería s