Capítulo 6: Una escapada a cenar.

Nos aparcamos fuera de un hotel, alejado de lo que normalmente frecuentamos. Me mira muy serio, su respiración está acelerada, al igual que la mía. Con su voz profunda me dice.

-Jazmín, te invito a cenar y a pasar un tiempo conmigo. Si después quieres irte a casa de tu prima, yo mismo puedo llevarte. 

-Me parece perfecto – es todo lo que puedo responderle -.

Baja del auto y me ayuda a salir de él. Trato de caminar con elegancia, pero la verdad es que ya me duelen los pies, él se percata de mi incomodidad y se agacha.

-Déjame ayudarte con ellos, no los necesitas. 

-Sí los necesito, me dan diez centímetros de estatura adicionales, si me los quito deberás agacharte para hablarme.

Su carcajada me hace sentir algo profundo y tibio en mi corazón. Se pone de pie y seguimos caminando.

-Está bien, pero solo unos minutos más, una vez sentados a la mesa, ya no serán necesarios.

Me ofrece su brazo y lo acepto de buena gana, al entrar nos ofrecen una mesa, Piero la rechaza y pide una alejada de todos, en la terraza. Nos guían hasta ella, me ayuda a tomar asiento y pide la carta. Toma asiento a mi lado y se inclina de inmediato para quitarme los tacones.

-Ya no son necesarios, prefiero una dama cómoda, se concentran más en la conversación. 

-¿Sales con muchas damas? – tengo curiosidad, pero la respuesta no sé si me gustará-.

-He salido con muchas, debo ser honesto. Desde los veinte años no he parado.

-No han de ser tantas para un hombre de treinta y algo – le digo bebiendo de la copa con agua que el mesero sirve para mí-.

-¿Me crees de treinta? Siento la decepción que te llevarás, pero tengo cuarenta años - casi escupo la copa, él me alcanza un pañuelo -. Pero eso no debe ser problema para una mujer que debe rondar las treinta. 

-Me temo que en lugar de decepcionada, me siento ofendida. 

-Lo siento – se ríe-. Sé a qué te refieres, estoy al tanto que cumpliste los veinte hace unos días. Pero con esa ropa y ese maquillaje, te ves mayor. 

-Puedo quitarme ambos – cuando me doy cuenta de lo que dije me sonrojo y me apresuro a retractarme -. Tengo ropa de cambio en el bolso y con lavarme la cara será suficiente, eso es lo que quise decir.

-Dejemos las apariencias, quiero saber de ti, de tus intereses.

Comienzo a contarle lo que me apasiona, mis estudios, mis pasatiempos. Hasta que me pregunta por lo familiar. 

Es algo que prefiero no hablar, es muy delicado para mí y se lo hago saber.

-Bueno, si es algo que nos puede arruinar la velada, mejor lo dejamos.

-¿Y tú? Quiero saber de ti.

-Qué puedo decir… soy un hombre solitario, nunca quise enredarme sentimentalmente con una mujer. Me he dedicado a vivir la vida, libre de preocupaciones y problemas amorosos – me mira, toma mis manos y siento un calorcito haciéndose hoguera dentro de mí-. Pero la otra noche, cuando Massimo me contó de ti, no pude evitar sentirme atraído por ti.

-Pero si jamás nos vimos antes de hoy… - le digo sin ocultar mi risa, esto es ilógico-.

-Aún así, no dejaba de pensarte. Esto jamás me pasó con nadie, no espero me creas, pero desde ese día no dejo de pensarte y soñar contigo. 

-¿Soñar… conmigo? – se me seca la boca -. ¿Qué soñaste?

-Creo que eso no importa, si te tengo aquí tan real – me toma las manos y se pone de pie -. Acompáñame a una habitación, no quiero seguir compartiendo esta hermosa vista con simples mortales.

No tengo lucha interna ni nada de eso, me voy con él sin dudar. Mientras él va con mis tacones en una mano, la otra me aferra a él. Quien supiera que apenas nos conocimos, creerán que soy una fácil, pero no lo soy. Jamás he hecho esto, sin embargo, antes de salir de Cavalcanti Moda ya sabía a qué me iba con este hombre.

Subimos por el ascensor hasta la habitación, la que no sé en qué momento pidió. Cuando se abren las puertas, revelan tan solo una puerta, al abrirla veo un hermoso pent-house, con un enorme sofá orientado hacia un ventanal gigante. Tiene un bar decente, comedor para ocho personas y tan solo una puerta, que asumo es la habitación. 

Solo el sonido de los tacones cayendo me despiertan de mi abstracción, me giro hacia Piero, quien no espera para lanzarse a mí. Me besa con pasión, una que yo misma siento se ha contenido por demasiado tiempo. Me levanta como si fuera una pluma, sin dejar de besarme como si jamás lo hubiese hecho. Camina conmigo hasta el sofá y allí me recuesta, lo aparto con mis manos, porque un atisbo de miedo se instala unos segundos. 

-¿Qué pasa? Si no quieres seguir, no tengo problema, tengo mucho autocontrol, aunque creo que contigo no es suficiente – acaricia mi rostro, cierro mis ojos y susurro -.

-Me da vergüenza decirlo, pero tengo miedo – lo miro a sus bellos ojos azules-. Piero, nunca he hecho esto, nunca un hombre me interesó tanto para llegar a este nivel – me mira con confusión y yo trato de sentarme, él me ayuda a incorporarme -. He tenido novios, pero nunca pasé con ellos de un par de besos o tomarnos de las manos.

-Me estás diciendo que… - Abre mucho los ojos y la boca-. 

-Sí – bajo la mirada hacia mis manos nerviosas -. Soy virgen.

Cierro mis ojos, para tratar de ocultar mi vergüenza, aceptando que este hombre no va a tocarme más. Siento toma mi mano, al abrirlos lo veo contrariado, me ayuda a ponerme de pie.

-No te obligaré a esto, puedo llevarte con tu prima o puedo llevarte a la habitación, porque este lugar – dice apuntando el sofá -, no es digno de una primera vez para una mujer tan especial como tú. 

Lo miro a sus ojos, puedo ver que es sincero, no hará nada para obligarme, es mi decisión, pero yo ya la tomé cuando acepté mentirle a mi padre para venir con él.

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