Tres meses después, Raymond se detuvo en el camino de entrada, se bajó justo cuando se abrió la puerta y dos niños salieron corriendo gritando: -¡papi!-
Se puso en cuclillas y abrió los brazos para ellos y se estrellaron contra él, les besó en las mejillas -¿cómo están?- -Estoy bien- dijeron ambos emocionados. -Entonces, ¿están listos para un día divertido?- Preguntó y asintieron vigorosamente. Él sonrió y les besó la cabeza a cada uno. Miró a la dama que los estaba mirando, a su mirada, ella se volvió y cerró la puerta antes de acercarse a ellos. -Ahora que estamos listos, démosle algunas reglas, una, no salir corriendo, permanezcan cerca de donde pueda verlos, dos, no jugar duro y tres, no perderse. Si obedecen estas reglas, entonces considere que vayamos a otro día divertido - dijo a los niños. Los niños aceptaron fácilmente las reglas y corrieron hacia el auto de Raymond mientras sus padres los seguían.