Capítulo cuarenta y ocho

Tres meses después, Raymond se detuvo en el camino de entrada, se bajó justo cuando se abrió la puerta y dos niños salieron corriendo gritando: -¡papi!-

  Se puso en cuclillas y abrió los brazos para ellos y se estrellaron contra él, les besó en las mejillas -¿cómo están?-

 -Estoy bien- dijeron ambos emocionados.

 -Entonces, ¿están listos para un día divertido?-  Preguntó y asintieron vigorosamente.  Él sonrió y les besó la cabeza a cada uno.  Miró a la dama que los estaba mirando, a su mirada, ella se volvió y cerró la puerta antes de acercarse a ellos.

 -Ahora que estamos listos, démosle algunas reglas, una, no salir corriendo, permanezcan cerca de donde pueda verlos, dos, no jugar duro y tres, no perderse. Si obedecen estas reglas, entonces considere que vayamos a otro día divertido -  dijo a los niños.

 Los niños aceptaron fácilmente las reglas y corrieron hacia el auto de Raymond mientras sus padres los seguían.  
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