Capítulo 2: parte 2

Cuando Xiomara llegó, aún se encontraba sentada allí, con las manos sobre sus rodillas, sin saber qué iba a hacer.

—Chiqui, ¿qué te han dicho?

Bárbara levantó la mirada, se puso de pie y se abrazó a la chica y por primera vez, lloró. Silenciosamente, dejó correr las lágrimas hasta que sintió que su alma se había vaciado. Trató de recuperar la calma y le contó a su amiga la situación.

— Por ningún motivo pueden saber que aún no tengo los dieciocho años, van a querer quitarme a los niños y no puedo permitirlo; voy a necesitar que me ayuden con eso, si los Servicios Sociales preguntan, tienen que decir que van a ayudarme con los niños, sobre todo tu mamá, que es un adulto y la van a tomar más en serio, tan pronto entierre a mamá, buscaré un trabajo y me haré cargo de todo.

— ¿Pero tú crees que podrás sola con todo?

—Tengo que hacerlo  ¡No voy a dejar que se lleven a mis hermanos! De la forma que sea voy a cuidar de ellos.

|—Te ayudaremos, Chiqui, no te preocupes, mamá me dijo que puedes contar con ella  y yo también te voy a dar una mano porque no va a ser fácil.

— No, no lo será; pero por encima de quien sea voy a protegerlos, no me importa lo que tenga que hacer. Son lo único que tengo en el mundo y no me los van a quitar— respiró profundo y se puso de pie— Tengo que volver con la trabajadora social.

Se dirigió allí y antes de tocar la puerta, respiró profundo varias veces para recuperar la calma y llamó. Al recibir respuesta entró y miró a la mujer sin atreverse a preguntar, pero sintió un gran alivio cuando vio una sonrisa en el rostro de la empleada.

— Lo conseguimos, el estado va a pagar los gastos; por supuesto, va a ser lo más básico, sin ningún superfluo, sólo el entierro, de aquí al cementerio, nada más. Lo malo de esto es que no va a ser hoy mismo, va a tardar un par de días para que me aprueben todo y se consigan todos los permisos.

— No puedo exigir más, eso es muchísimo en estas condiciones.

—Pero voy a necesitar que me traigas todos los papeles para proceder, tu identificación es indispensable.

— Señora, hay algo que no le dije: cumpliré dieciocho en tres días, pero es que no tengo a nadie más —bajó la mirada apenada, esa señora la había ayudado y no merecía que le mintiera.

— Escúchame bien, niña, esto complica las cosas, pero te voy a ayudar; voy a hacer las solicitudes sin tu identificación, como si se hubiera traspapelado en el trámite, mientras llega la fecha y ya en ese momento, tendrás la edad indiscutiblemente. Pero jamás le digas a nadie de esto, mi cargo estaría en peligro.

— ¿Cómo podría agradecerle todo lo que hace por nosotros?

— Ve, cuida de tus hermanos. Eres una chica fuerte y saldrás adelante. Vamos a ocuparnos de todo. Mientras llega el momento de enterrar a tu mamá, ve a casa, trata de descansar un poco y regresa mañana, es tarde.

— Sí, señora, gracias. Siempre le estaré agradecida por esto.

— Anda niña, ve a casa.

Bárbara salió de allí y volvió con Xiomara. Le contó todo lo que había pasado y luego fue a ver a la bebé. Le permitieron entrar un momento y se percató de que estaba bien, salió y se marchó con su amiga.

Al llegar, ya era muy tarde y Engracia le dijo que dejara dormir a los niños en su casa, no valía la pena despertarlos, así que Bárbara se fue a su casa sola. Xiomara insistió en acompañarla, pero ella les dijo que estaría bien.

Al llegar, fue directamente al cuarto de su madre y escogió la ropa que le pondría para el entierro. Luego, fue a la cocina y aunque intentó comer algo, no lo logró y se fue al cuarto que compartía con sus hermanitos. Se acostó en la cama, y allí sin siquiera cubrirse con la sábana, se durmió hasta que amaneció.

Se levantó con un fuerte dolor de cabeza, y sin deseos de ponerse en pie, pero igual debía atender sus obligaciones. Buscó ropa para todos sus hermanos y la llevó a casa de la vecina que tanto las apreciaba. Engracia había sido la mejor amiga de su madre, sentían mucho cariño una por la otra y a pesar de ser mayor que Daniela, siempre la trató como a una hermana, y a los niños los quiso como si fueran de su familia.

Ahora sólo contaba con ella para que le ayudara con los niños, al menos hasta empezar a trabajar.

Por el momento, debía ir al hospital y tratar de resolver.

— Hola, Bárbara— la saludó la enfermera que la había acompañado el día anterior, sin que la joven supiera cómo supo su nombre — Hoy tu hermanita amaneció muy bien ¿Pudiste hacer algo sobre lo de tu madre?

— Aún no, quiero ver a la niña. Luego iré a preguntar.

Pasó a ver a la pequeña Dani y la encontró con mejor color y su respiración era mucho más rítmica.

Luego se fue con la trabajadora social.

— Buenos días, ¿qué noticias me tiene?

— Desde que llegué estoy apurando la situación y creo que todo se hará mañana, si logro pasar por encima de la burocracia. Pero hay una posibilidad de que lo hagamos hoy mismo, sin embargo, no puedo prometerte nada.

— Estaré esperando en maternidad. ¿Cree usted que podré ver a mamá?

— No, tu madre fue llevada a la morgue. Cuando te la entreguen para el sepelio podrás verla, pero no ahora. ¿Y los niños? ¿Cómo harás con ellos? Debo decirte que es prácticamente imposible que te permitan quedarte con ellos.

— Son mis hermanos, mi única familia. No pueden quitármelos— dijo en voz baja y firme.

— Pero no puedes hacerte cargo de cuatro niños.

— Si mi madre pudo hacerlo, yo también.

— Los Servicios Sociales van a estar sobre ti y al menor problema, se los van a llevar. No puedes mantenerlos. Dudo que puedas  siquiera mantenerte a ti misma, deberías hacerlo por su bien, hay albergues que...

— No voy a permitir que se los lleven — la interrumpió— Tienen que darme al menos la oportunidad de conseguir un trabajo. ¡Ni siquiera he enterrado a mi madre aún y ya quieren quitármelos! ¡Voy a trabajar, los voy a criar yo y van a estar bien!

— Pues, en eso no puedo ayudarte, Bárbara. Eso está en manos de alguien más. Vas a tener que batallar para que te dejen quedarte con ellos.

—Pues, batallaremos. —dijo firme— Por favor, avíseme cualquier cosa que le informen. Estaré cerca.

Se marchó y esperó cerca del área neonatal. Pasaron un par de horas cuando la trabajadora social llegó hasta ella.

— Logré adelantar el entierro, ya vienen a buscar a tu madre. Si quieres avisarle a alguien, deberán esperar en el cementerio.

— No, a nadie. Sólo iré yo. — Respiró profundo— Quiero vestir a mi madre ¿qué debo hacer?

— Ve a la morgue, en el sótano, con este papel, allí le entregas la ropa al encargado, ellos se ocuparán. — le dijo la mujer preocupada por la chica, era demasiado para alguien tan joven. — ¿Estarás bien?

— Gracias. Jamás voy a olvidar lo que hizo por nosotros. —bajó el rostro con tristeza. Tomó el papel de mano de la mujer y se dio la vuelta decidida.

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