Amarte es mi condena. Cap. 44: Las cosas en su sitio.
María Joaquina abrió la puerta de aquella habitación de la clínica, asomó su cabeza, miró que no hubiera nadie, se acomodó la ropa.
—Ya podemos salir —avisó a Salvador, luego de haber tenido un encuentro apasionado en aquella alcoba.
Ella salió primero, y luego él lo hizo después.
—¡Estás loca! —susurró él.
Majo soltó una carcajada.
—Acostúmbrate cariño, a todos los Duque nos falta un tornillo, es una falla de nacimiento —bromeó—, además no pusiste objeción, y lo disfrutaste. —Sonrió y le guiñó un ojo.
Salvador no pudo evitar mostrar esa sonrisa llena de satisfacción en sus labios, no refutó, claro que había disfrutado de ese encuentro tan apasionado.
Y así camuflados como si fueran dos fugitivos subieron a la camioneta blindada, compraron las medicinas, y luego fueron llevados a donde los esperaba la avioneta.
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En una de las salas de la fiscalía, se leían los cargos en contra de Sebastián Sáenz, sus padres le habían conseguido un buen equipo de abogados, el fisca