11. Sorpresas inesperadas
Al llegar a casa, sentí un gran alivio, ya que mamá y yo llegamos al mismo tiempo.
Me salvé del interrogatorio, ya que ella con sus hermanas habían ido a visitar a una tía que vive en el campo, así que, durante la cena, nos dedicamos a conversar sobre eso.
Una vez en mi dormitorio, me tiro en la cama pensando en Felipe. Y como si el destino me intentara decir algo, entra un mensaje a mi móvil.
Felipe: Hola Emilia ¿Has llegado bien a casa? —Suspiro como boba.
Emilia: ¡Hola! Sí, todo bien, ya estoy lista para dormir, ¿y tú?
Felipe: Llegué hace unos minutos, pero algo me falta… —No recuerdo que hayamos olvidado nada sobre la mesa.
Emilia: ¿Has perdido algo en el café?
Felipe: Así es… —¿Qué será?
Felipe: Creo que te llevaste algo que me pertenece… —No recuerdo haber tomado nada…
Emilia: ¿En serio? ¿Qué es? No recuerdo haber tomado nada tuyo —Ya me está preocupando.
Felipe: Es sólo un… —Me mata de la curiosidad.
Emilia: ¿Un qué? —Observo la pantalla que dice “escribiendo”, pero tarda una