Capítulo 2
Conteniendo mis pensamientos, no quise perder tiempo discutiendo con ellos.

Miré a Ogre y dije con tono sereno:

—¿No venían a recogerme? Vamos.

El aire se volvió tan quieto que se podría oír caer un alfiler.

Intercambiaron miradas y estallaron en carcajadas.

Hayley soltó un resoplido burlón:

—¿Recogerte a ti? ¡Ni lo sueñes!

Señaló el cartel:

—Lee bien. Esperamos a la invitada de honor de la manada L. ¿Sabes quién es?

Mi compañero Raven es el presidente de licántropos. Claro que sabía a quién esperaban.

—Esperamos a la compañera del presidente de licántropos.

—Raven, el presidente, es decisivo y despiadado, pero un romántico empedernido. Dicen que no se casó antes solo por esperar a su actual Luna.

—Todos en la tribu saben que halagar a Raven es menos útil que halagar a su compañera. Es la joya de su corazón.

Al oír sus comentarios, una sonrisa feliz asomó a mis labios.

En tres años de matrimonio, Raven no solo gobernó con éxito, sino que su fama de "adorador obsesivo de su esposa" crecía.

Hayley, siempre buscando humillarme, no perdió la oportunidad de presumir:

—Dicen que Raven compró una pulsera en subasta por dos millones de dólares para su compañera, símbolo de amor eterno.

—¡Convirtió a su compañera en la envidia de todas las mujeres!

De repente, Hayley señaló mi muñeca con voz estridente:

—¡Esperen! ¡Es esta!

El silencio cayó de golpe. Todas las miradas se clavaron en mi pulsera.

Ogre agarró mi mano para examinarla.

—Una réplica bastante buena —espetó con frialdad—. ¿Quién te la dio? ¿Qué mendigo se esforzó tanto?

Liberé mi mano y acaricié la pulsera.

Raven me la regaló en nuestro primer aniversario —aunque era la más barata de todas las que me había dado—.

Lo importante no era el precio, sino su significado.

Para mí, era amor.

Para ellos, imposible.

Al ver mi calma, Ogre contrajo las pupilas. De un tirón brutal, arrancó la pulsera de mi muñeca.

La sorpresa me impidió reaccionar.

Hayley tomó la pulsera y la examinó con desdén.

—Más refinada que la réplica que compré en línea, pero yo tengo dignidad. Jamás usaría una falsificación.

—¿O acaso eres tú la invitada de la manada L, la legendaria compañera del presidente?

El grupo estalló en risotadas.

Para ellos, la idea era absurda.

¿Raven? El alfa famoso por su percepción extrasensorial, su agudeza y crueldad implacable.

¿Yo? La exnovia desechada por Ogre hace tres años. La mendiga de migajas de amor.

Nunca nos mencionarían juntos.

Hayley balanceó la pulsera en su dedo:

—Sofía, me gusta. Véndemela. Te pagaré el doble de lo que pagaste.

Temiendo que la rompiera, exclamé:

—Devuélvemela. Es un regalo de Ra—

Una bofetada me cortó la frase, haciéndome girar la cabeza. Sangre brotó de mi comisura labial.

—¡Cállate! —rugió Ogre, con rabia en los ojos—.

—¿Te atreves a pronunciar el nombre del presidente? ¿Y a inventar vínculos con él? ¡Quieres matarme!

Sus secuaces me fulminaron con la mirada:

—¿Sabes lo que arruinas, Sofía?

—¡Es nuestra única oportunidad de impresionar a su compañera! Raven negocia una alianza con nuestra manada.

—¡Ogre por fin es confidente de nuestro alfa! ¿Crees que una mendiga como tú puede hacerse pasar por su compañera?

Me sequé la sangre del labio y alcé la vista para mirar a Ogre.

Mi mirada debió ser aterradora, pues frunció el ceño con nerviosismo.

Hayley notó su reacción. Su voz goteaba veneno:

—Sofía, loba ingrata de ojos blancos, Ogre te ofrece refugio. ¡No muerdas la mano que te da de comer!

—Tu rencor hacia él no justifica esta venganza.

Por un instante, volví al pasado.

Como siempre, Hayley distorsionaba mis acciones ante Ogre.

Al principio, él la reprendía.

Luego, se unía a sus ataques.

Como ahora, cuando Ogre escupió con desprecio:

—¡Celosa patética!

Pero esta vez, no continuó.

Tras un silencio, Ogre sacó un cheque de doscientos mil de dólares y me lo arrojó a la cara.

—Por nuestro pasado, te perdono esta vez.

—Cómprate ropa decente. Si no quieres cuidar niños, te buscaré un trabajo respetable.

—Tranquila, tras ganarme el favor del alfa, esta suma es insignificante.

Miré el cheque. Luego a él.

A su arrogancia. Su actitud podrida.

Ante el asombro general, aparté lentamente su mano y recuperé mi pulsera de Hayley.

—Guárdate tu dinero —dije en tono gélido—.No acepto limosnas de extraños.

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