Sospechas

Si no fue Camilo, ¿quién abrió la puerta de mi habitación?

Opté por creerle, aunque una parte de mí deseaba que me estuviera mintiendo, pero no porque quisiera tener un hecho para pelear con él, no, no quería que eso volviera a pasar, sino porque me atraía la idea de que se fijara en mí y, como un chico travieso, me estuviera espiando mientras saltaba en la cama sin pantalones. 

Fue eso, y no otra cosa, lo que me motivó a mirar hacia el corredor después de que Camilo se hubiera marchado. Como supuse, había una cámara de seguridad en la esquina superior de la pared donde terminaba el pasillo y, por su luz intermitente roja, debía estar grabando. Ya averiguaría, después, quién era el dueño de las manos que giraron la perilla. P

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