Había sido una semana productiva en Transportes Imperio, ya los tratos que teníamos con la naviera Idilio se habían concretado y ahora no quedaba más que concretar el primer viaje que querían ambas empresas en conjunto.
Como cada mañana, rechacé un par de llamadas de periodistas que querían entrevistarme o a cualquiera de los gemelos para hablar sobre la nueva unión entre las empresas. Pero yo sabía que no era más que cotilleo y chisme.
No les importaba que dos de las transportadoras más importantes del país, y tal vez de América, se asociaran; solo les importaba saber cómo la ex amante de Alexander Idilio regresaba a su vida.
Había sido tema de conversación durante estas semanas, y yo no estaba dispuesta a darle más de qué hablar a la prensa y a los periódicos de chismes, a pesar de que mi cara ocupara varios encabezados.
Raúl me dijo que debía de hacerme respetar. Pero sinceramente, me importaba un comino lo que pensara la crítica y mucho menos la prensa.
Así que había decidido igno