Renata
—¡En la canal
Mis hermanas se dan un choque de manos mientras se ríen. Carla, la que está embarazada, mete un puñado de papas fritas en su boca y sonríe triunfante, mientras que Mónica toma un sorbo de su cóctel y me da un codazo en la cadera que casi me manda al otro extremo del boliche.
—¡Es mi turno!— exclama.
Ambas están eufóricas porque acabo de lanzar la bola de boliche de mi equipo (formado por mí y nuestra abuela de 75 años) directamente a la canaleta. Niego con la cabeza, completamente incrédula. No tienen vergüenza cuando se trata de competir.
—Es triste que estén tan felices por ganarle a la abuela en una noche de boliche,— digo con tono acusador.
Mis palabras no parecen afectarlas en absoluto. Siguen mostrando sonrisas de satisfacción.
—¡Habla por ti!— interviene la abuela desde detrás de mi hombro. —No he lanzado tantas bolas a la canaleta desde 1978. Tus hermanas no me ganaron a mí; te ganaron a ti.
—¡Bien dicho, abuela!— responden mis hermanas riéndose.
—Bien dic