Logan
―Y aquí está, el bistec para el señor y las alitas de pollo para la dama,― gorjeó el camarero mientras colocaba nuestros platos en la mesa.
Miraba fijamente a Savannah, con la boca abierta. Sin demasiada sorpresa, mi apetito se había desvanecido. Mi mirada iba de sus ojos azules y sinceros a la línea nerviosa de su boca, hasta la tensión que hacía vibrar sus hombros.
Dios mío, ella decía la verdad.
Era increíble.
No sabía qué sentir o cómo reaccionar ante esta nueva revelación apocalíptica.
Tenía un hijo, un hijo que tenía casi cinco años y al que ni siquiera conocía.
Se llama Noah…
— Logan, di algo, por favor,― murmuró cuando el camarero se retiró.
Abrí la boca, pero no encontré las palabras adecuadas.
— Yo... Lo siento, necesito ir al baño.
Mi vaso vibró sobre la mesa al levantarme abruptamente para dirigirme tambaleante hacia los baños. Savannah