Todo a mi alrededor había cambiado por completo, el poder del tiempo me abrumaba y aún más mientras pasaban las horas sin parar mientras todos me observaban, unos sin pudor y otros se giraban, pero aun así sentía sus miradas en mí, finalmente cuando acabaron mis clases, salí de literatura acompañada de María para dirigirnos a la cafetería.
La verdad, me daba terror siquiera entrar allí.
- ¿Quieres comer en la cafetería? O ¿te gustaría afuera? – pregonó en un susurro mi amiga pelinegra a mi lado.
Me giré a verla y sonreí amablemente – Inevitablemente tendré que entrar – afirmé con una ceja levantada sonriéndole aún.
- No si no quieres, conozco mejores lugares para comer.
Solté un