Vestidos y pizza

Suspiré rendida probándome el séptimo vestido, si aún poder decidirme por uno. Salí del vestier de mi habitación apareciendo María y Malia sentadas en la cama, la primera con mi laptop y la segunda molestando en su móvil.

- ¿Qué tal? – di una vuelta lentamente para que me pudieran examinar perfectamente. Cuando me quede frente a ellas, no pude ignorar la mueca de asco de Malia y el gesto de maría de que estaba más o menos bien.

- Lindo – aseguró María.

- Lo más asqueroso que vi en mi vida – añadió al mismo tiempo Malia dejando la laptop para guiarme al espejo.

Me observé con el vestido blanco hasta las rodillas que tenía un cinturón celeste sencillo. Exasperada gruñí disgustada lanzándome a la cama. Ya me he probado siete vestidos ¡siete! Y nada que encuentro algo de mi agrado.

- Deberíamos seguir buscando, de seguro encontraremos algo – apremió María levantándose de la cama, dirigiéndose al armario buscando en uno de los closets un vestido, sin embargo es algo imposible porque yo casi vestidos no tengo, contando además con que la mayoría ya me los probé.

Esperanzada, María salió corriendo a donde estaba con un vestido en la mano.

- Este es muy bonito, deberías probártelo – comentó mirándome ilusionada.

Malia rodó los ojos – parecerá una niña con ese vestido rosado. Saldrá con el chico que le gusta, no con su padre, pendeja – le riñó levantándose para buscar algo.

Levanté la cabeza al escuchar su comentario sentándome erguida - ¡no me gusta! – grité en su dirección.

- ¡No soy una pendeja! – gritó María sacándole la lengua.

De inmediato Malia salió con dos vestidos que tenía guardados desde hace un año en el fondo de mi armario por dos simples razones. La primera es que no son de mi estilo y segundo, me los regalo mi mamá. Prueba viviente de que no sabe lo que me gusta, y al no saberlo tampoco sabrá que tampoco los usare.

Enarqué las cejas cruzándome de brazos negando – no me probare eso, pareceré una prostituta.

- Deja de ser una bebé por una noche y pruébatelo – ordenó lanzándome primero un vestido negro a la cara.

Hice que al caerme en la cara yo también me cayera a la cama negándome a hacerlo - no soy una prostituta – afirmé negándome.

Malia suspiró exasperada caminando a la salida – está bien, entonces llamaré a Nicolás para decirle que no irá porque simplemente te da vergüenza lo que piense... - comentó.

Me encogí de hombros sin importancia – me da igual – me quité el vestido de la cara mirándola.

Me retó con la mirada tomando su móvil llamando, colocando el altavoz. De inmediato sonó dando aviso a que llamaba.

- Por cierto, de paso debería decirle que estas enamorada de él y por ello no quieres ir siendo indigna de tu vestuario – retó sin bajar la vista.

- Eso no es cierto. No me gusta siquiera – farfullé.

- Pruébalo... - volvió a retarme – si dices que no te gusta entonces ve y pruébate los vestidos.

Mantuvimos nuestra pelea de miradas hasta que del celular de Malia sonó la voz de Nicolás.

- ¿Malia? ¿Pasa algo? – preguntó confundido al otro lado de la línea.

Me levanté tomando el vestido negro en la mano entrando al vestier - ¡Te odio! – grité con todas mis fuerzas quitándome por la cabeza el vestido blanco.

- ¡Sé que me amas! ¡Y para tu información acabas de admitir tus sentimientos, pendeja! – Gritó escuchándose sus pasos hasta que se detuvo - ¡apúrate!

- ¡No es cierto! – grité en respuesta

- Hola, ¿Malia? ¿La que grita es Isabella? – preguntó Nicolás, haciéndome soltar la carcajada. A los pocos segundos Malia le colgó.

Tomé aire y me coloqué el vestido negro el cual en la cintura, había un encaje haciendo la simulación de un cinturón pudiéndose ver mi piel blanca, mientras la falda era simple del mismo color cinco o seis dedos arriba de la rodilla. Simplemente, me sentía desnuda.

Suspiré sin saber nada que poder hacer y salí, captando la atención de Malia y María al instante. Se quedaron viéndome asombradas mientras daba una vuelta.

- ¿Y ahora?

- Wow – articularon las dos al unísono. Me quedé viéndolas inquisitiva esperando otra respuesta.

Al momento, Aarón abrió la puerta de mi habitación con una caja de pizza – Isabella, ¿quieres o me la puedo comer toda yo solo? – preguntó mirando la pizza, de inmediato alzó la vista localizando primero a mis amigas, a las que les guiño un ojo ocasionando que María se ruborizara y Malia rodara los ojos.

- Deja de coquetearles a mis amigas, te lo he dicho mil veces – le reñí caminando hacia él.

- Lo sé, pero no puedo evi... - se calló evaluándome de arriba abajo – Wow ¿Qué te paso? – pregunto al tiempo que le quité la caja de pizza.

- Crecí, hermanito, crecí – finalicé llevándome una rebanada de pizza a la boca.

Aarón se rascó la nuca incomodo viéndome – pero... ¡no! – me gritó haciendo que diera un salto del susto.

Me giré a verlo quien me rapó la pizza dándosela a las chicas rodeándome mientras me analizaba – si no estuvieras atragantándote con esa pizza, no pensaría que eres tú, pero... - se detuvo al quedar frente a mí – lo eres.

En ese momento abrieron la puerta de la entrada, extrañados los dos, nos miramos fijamente.

- Supéralo, hermanito, supéralo – comenté tomando la caja de pizza saliendo a correr por el pasillo del segundo piso directo a las escaleras.

A los pocos segundos Aarón me siguió corriendo - ¡Isabella, quiero una explicación de porqué estás vestida así! – Gritó haciendo que soltara la carcajada girando por la derecha para faltarme poco a las escaleras, descalza - ¡No te rías, hablo enserio! ¡Y mi pizza, ladrona rompe narices!

Solté la carcajada llegando a las escaleras sentándome en la barandilla con una mano mientras que con la otra sostenía la caja de pizza y bajé mientras Aarón bajaba al trote. Seguí riéndome hasta que al terminar las escaleras di un salto para no caerme al piso.

- ¡No te debo nada, ni siquiera la pizza! ¡Tengo...! – Grité entre rizas deteniéndome al ver a Nicolás con un traje elegante mirarme sonriente y junto a él a quien no creí que vería en dos meses –...hambre – susurré cuando Aarón llegó a donde estaba deteniéndose a verle.

Ambos nos quedamos petrificados al verle. Primero se detuvo a verme, sonriendo al ver que usaba el vestido que me regaló hace un año para mi cumpleaños, pero que jamás usé y jamás lo hubiera sabido porque ni siquiera estuvo, negando cuando se fijó que tenía rastros de salsa de la pizza en las comisuras de la boca, mi cabellera rubia enmarañada y los pies descalzos. Lo que más odia.

Después se giró a ver a Aarón que tenía unos vaqueros ajustados amarillo quemado con una camiseta que le regalé de cumpleaños que solo usaba en casa que tenía la frase, "mi hermano es un idiota..." en el pecho y en la espalda ponía "pero lo quiero con todo mi ser" y también su melena rubia desordenada como siempre y en medias.

- ¿No piensan decir algo? – preguntó a lo que ambos negamos enmudecidos.

Tomé una bocanada de aire, asintiendo después – De hecho si... - murmuré mirándole a los ojos, iguales a los míos, verdes con motas azules - ¿Qué haces aquí? ¿No llamaste diciendo que regresabas dentro de dos meses?

- Acabe antes y de hecho... - comentó quitándome la caja de pizza – sabes que odio que cenen esto.

Abrí la boca para decir algo pero me calló con una seña, la tendió hacia atrás, a lo que su chofer, Arturo, la cogió educadamente.

Rodé los ojos – Eso jamás te ha interesado. Por si te lo recuerdo, siempre estas al otro lado del mundo ¿lo olvidas? – Ataqué fulminándola con la mirada – sin contar que vienes una o dos veces al año solo para quedarte unas horas.

- Eso no es justo, Isabella – contraatacó cruzándose de brazos – gracias a nunca estar, ustedes tienen esta vida lujosa y sin complicaciones.

Me crucé de brazos yo también – Vaya vida – finalicé acercándome a las escaleras, al subir varios escalones me giré a verle – por cierto... - alzó la mirada en mi dirección, enojada – bienvenida a casa, mamá – finalicé subiendo a toda prisa seguida segundos después de Nicolás. 

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