La oscuridad era un obstáculo a sus movimientos, el frío tenebroso la envolvía como si algún espectro quisiera intimidarla. Las rodillas le temblaban y podría jurar que su cuerpo empezaba a segregar sudor gélido. No sabía a dónde dirigirse, pues todo parecía igual, es como si estuviera en la nada. Tenía ganas de llorar o gritar por ayuda, pero ¿serviría eso de algo? Una luz al final del camino le devolvió el aliento y apresuró sus pasos para salir al fin de allí. Atravesó el resplandor y quiso llorar al verse dentro de un calabozo. El lugar era rocoso y muy antiguo y una voz ronca la sacó de su ensoñación. Miró en dirección donde había escuchado el rasposo sonido y aquello parecía una escena dramática, pues la luz que se colaba de un orificio en el techo alumbraba al espeluznante personaje que le daba la espald