Nada más

Llegó mi momento y entonces grité de placer.

Kaleb hizo su ritmo más lento, podía escuchar la música, cada nota, cada melodía, y mi danza sensual lenta pero solo un poco. Sonreí cuando me di cuenta de que quería prolongar mi placer el mayor tiempo posible. Y una vez que mi presión disminuyó, se retiró.

—De rodillas, mujer— gruñó de manera erótica.

Había un brillo depredador en sus ojos que envió círculos de emoción a través de mi cuerpo. Hice lo que me pidió y me puse de rodillas.

Él gimió de nuevo.

—Dios, mujer, tus curvas son asombrosas _ dijo Kaleb provocadoramente.

Mordí mi labio mientras no le quitaba la mirada.

—Tan codiciosos— dijo. Podía escuchar la sonrisa de orgullo en su voz.

Me reí.

—Quizás _ dije con un dejo de arrogancia en mi voz.

Él tarareó.

—Me gusta _ dijo.

Su virilidad estaba más que comprobada, con humor recordé que era un lobo, y se lo que quería. Suspiré mientras mi emoción aumentaba. La piel se me erizó como una gallina, y el acarició a lo largo de mi piel de la
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