Mimada por el mafioso.
Mimada por el mafioso.
Por: Nelsy Díaz
Capítulo 1

Un disparo, sus manos manchadas de sangre, la mujer que amó y lo amaba entre sus brazos, sin vida.

El ruido le erizó la piel y se levantó de golpe, con el pecho ardiendo y una leve capa de sudor cubriendo su frente.

Joseph vio la habitación donde estaba y se dejó caer de nuevo en la cama que lo recibió.

De nuevo la misma pesadilla, una que por cinco años lo había perseguido y no lo dejaba dormir. Llenó sus pulmones con aire y se frotó la cara, decidió levantarse para ver la ciudad de Manhattan, que de noche adquiría una melancolía que él odiaba.

Agradeció cuando la mañana llegó, quedó de reunirse con su hermano en casa de sus padres, al llegar vió a su pequeño sobrino corriendo por todos lados con su hermana y los rottweiler que lo perseguían a modo de juego.

Aunque no tenía ánimos para oírlos de nuevo, entró al sitio donde su hermano discutía algo que cuando cruzó la puerta los dejó callados a todos. Definitivamente tenía que ver con él.

__ Ya digan lo que pasa y ahórrense palabrería. - exclamó con su típico humor.

Leonardo, su hermano mayor defendía que no lo haría tener un matrimonio contractual, pero lo estaban presionando demasiado.

__ Ya Leonardo, dime qué ocurre. - se sentó frente a él. Este aclaró su voz y negó.

__ Los Duque insisten en que la única forma de unirse y ceder las rutas de Chicago, es que haya un matrimonio de por medio. - los ojos de Joseph se elevaron a su hermano. - Decliné la oferta, no pienso darte una carga así.

__ ¿Que tan necesarias son esas rutas? - preguntó.

__ Joseph, te dije que...

__ Consejero. - intervino en el alegato de su hermano.

__ Muy necesarias, señor. - expuso el consejero Ryan. - Con estas tendríamos el control de cinco ciudades, dándonos independencia total.

__ ¿Que pasa si no se obtienen? - volvió a preguntar.

__ Tendríamos que seguir negociando y quizá ceder algo netamente valioso para los Crown, así confiarán. - dijo el consejero.

Se quedó pensativo un segundo. Ganaban independencia, pero él se echaba un matrimonio encima. Aunque las ganancias fueran muy grandes, tenía que perder.

Se levantó en completo silencio y pasó el día sin dar una respuesta que su hermano tomó como un no, ya que tampoco le crearía fuerza a ese proceso. En tanto este fue a su apartamento, en donde vio las fotos que tenía de ella, Keyla, la mujer que amó y ni siquiera alcanzó a decirle que amaba.

Perdió tiempo. Llenó su vaso de whisky y marcó el número de su hermano, el cual contestó casi al instante.

__ Diles a los Duque que acepto. Me casaré con su hija. No está a discusión, Leonardo. Solo hazlo. - dijo antes de cortar de nuevo y revisar algunas de sus inversiones, eso era mejor que estar en estado ausente dentro de su cabeza.

Durmió poco, yendo a su empresa a trabajar cuando el lunes llegó. Recibiendo los reportes de ventas en su escritorio, absorbiendo su tiempo hasta que su hermano llamó.

__ Los Duque están llegando. - dijo y este comprendió que debía estar ahí.

Era su deber por lo que se trasladó a la mansión Crown en pocos minutos. Llegando a la casa donde todos recibían a los Duque, pues aún cuando no estuvieran de acuerdo, serían cordiales.

Joseph entró, siendo detallado por Nadia Duque, la chica que celebró internamente por haber logrado el compromiso con ese hombre de mirada atrapante. Fue su capricho desde que lo vió en un evento y le pidió a su padre no aceptar otra cosa que no fuera su matrimonio con Joseph Crown.

__ Como es el deseo de mi hija, esto se hará rápido. - dijo Gustavo Duque, el padre de Nadia. - Espero que la cuides y como los tratados de este tipo, esperamos un nieto lo antes posible.

La única contenta con ese pedido fue Nadia, quien se le pegó al brazo pensando en que al fin su deseo de ser la esposa de un Crown se había hecho realidad. Joseph solo puso el anillo en su dedo como si fuera algo sin importancia para él.

__ Hecho esto, me retiro. Tengo cosas que hacer. - mencionó, su hermano y su cuñada entendieron, sobretodo ella, pues fue amiga de Keyla por muchos años y también sufrió su pérdida.

__ ¿Cuando se realizará la boda? - consultó Gustavo. Joseph se detuvo a medio camino.

__ Que Nadia lo decida. - en realidad fue lo que menos le interesó, solo quiso quitarse esa respuesta de encima.

__ ¿Que tal en dos semanas? - comió ansias porque fuera aceptada, Joseph solo movió la cabeza y siguió su camino, en tanto Nadia estaba por dar saltitos de alegría. Al fin su deseo de hizo real.

Mientras tanto Leonardo alcanzó a su hermano y lo acompañó a un casino donde comprendió lo enojado que estaba, pues pudo tener eso antes, pero se lo arrebataron.

__ No importa ya. - dijo empinandose la botella de whisky antes de subir al vehículo que lo dejó en su casa de nuevo. Durmiendo lo poco que quedaba para que amaneciera, pues solo así podría verla un poco más.

Eso siempre fue lo que intentó, tenerla por más tiempo, ya fuera su recuerdo solamente, pero al fin y al cabo, verla un poco más.

Los preparativos se dieron, mientras recibió llamadas de Nadia todo el tiempo para preguntar que quería para ese día, sin embargo contestó igual todas las veces, daba igual.

Quería que su trabajo le hiciera desconectarse del tiempo y lo logró, pues cuando las dos semanas pasaron este estuvo frente a un espejo en casa de los Duque, con el esmoquin listo para ese día, la corbata aún no se la ponía, por lo que siguió con su vaso, tenía que creerse que estaba a punto de casarse, algo que asimiló, pero siendo el día ya no conservó mucho interés ver lo que había afuera.

Aún así se asomó a la ventana, donde vió la decoración de la zona que los Duque dispusieron para celebrar la gran boda.

Una zona gigante donde todos los invitados estaban esperando y comentando que dos familias tan importantes se unirían, algo que Nadia se dedicó a que todos supieran.

Las carpas donde arreglaron las mesas para los bocadillos, meseros moviéndose para no cometer errores y no ganar un grito de Nadia o su padre. Volteó los ojos ante tanta perfección en ello.

Suspiró llevando el vaso a su boca, en tanto recorrió el sitio donde se casaría en unos...

El rostro que martilló su mente por años le detuvo los latidos al hacerse presente en ese sitio.

Una chica vestida con su uniforme de chef se dió la vuelta a tiempo que este la miró, creyó haber visto mal o que el licor le hizo una mala jugada, pero cuando apretó sus párpados para quitar la alucinación, ésta siguió ahí...era ella...¡Era Keyla!

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