Millonario Arrogante
Millonario Arrogante
Por: DaysyEscritora
Uno

Tener que despertarme para ir a la universidad, debería ser ilegal interrumpir el sueño de los demás solo para estudiar a primera hora un montón de asignaturas que no entiendo, aunque me esfuerce por prestar atención en clases. Resignada me incorporo de la cama y arrastro mis pies descalzos por la alfombra roja que reviste el suelo de madera.

Abro el grifo y enjuago mi boca luego de cepillar rápidamente mis dientes, no tengo tiempo para tener una buena higiene bucal en estos momentos, sin embargo me aseguro de que tampoco me apeste la boca.

Ya es suficiente con los apodos que el imbécil de Warren suele gritar a todo pulmón cada vez que me ve pasar por su lado, cómo para darle otro motivo de meterse conmigo. Es tan inmaduro.

Y para mi mala suerte, este año también compartiré clases con él, es como estar en el infierno. Recuerdo que en primero de secundaria le comentó a todos mis compañeros que ya era toda una señorita, ese día había tenido mi primer periodo y estuve todo el día encerrada en el baño puesto que el uniforme se había manchado, parecía la bandera de Japón.

Los siguientes años fueron una completa tortura, pero aprendí que una forma de no verme afectada por sus comentarios hirientes era ignorando lo que decía. Siempre busca algún defecto para criticarme, no entiendo cual es su problema. Ya de por si soy acomplejada, el ser de una estatura promedio de uno setenta no me molestaba, pero el ser delgada no contribuía a mi complexión puesto que siquiera parezco una chica de veinte años.

Muchas veces las personas creían que tenía menos edad, y es un fastidio estar llevando mi identificación para poder ingresar en algunos sitios. Además es una desventaja aparentar menos, o así es cómo lo veo. A parte, tenía que lidiar con la miopía que había heredado de mi padre, y me negaba a usar lentillas por más que él insistía en usarlas. Por lo que no lucía muy atractiva que digamos al sexo opuesto.

Bajo las escaleras con pereza, siento no haber descansado lo suficiente. Quizá no las horas que debía, pero con esto de los exámenes eso es imposible, no me queda tiempo siquiera para ver la serie la cuál me he enganchado. Cruzo la cocina viendo a papá revolver los huevos en la sartén, mientras que lleva el móvil pegado a su oreja conversando con su nuevo jefe.

Tomo asiento en el taburete esperando mi desayuno, un plato de tostadas francesas con huevos revueltos y tocino. Es la comida de cada mañana, según mi padre es la más rápida en preparar, no le doy importancia a comer siempre lo mismo, al menos ingiero los nutrientes que necesito para tener energías durante las dos horas de clases.

—Buen día cielo —dice papá colocando un plato en la encimera.

—Buen día —respondo soltando un bostezo—. Gracias.

Me regala una sonrisa y se sienta al frente para devorar su desayuno con prisa, al contrario de mi que me tomo todo el tiempo para probar bocado.

—La señora Stella hará las compras, le he pedido que traiga lo que necesites —informa mi padre levantándose para ir al fregadero dejando los trastes sin lavar—. Lo más seguro es que hoy deba quedarme más tiempo en la oficina, colócale el pestillo a la puerta de...

—Sí, descuida, no vendrá un alienígena a raptarme —emito volcando los ojos.

—Me avisas si sucede algo, ¿vale?

Asiento tomando un sorbo de jugo de pera. Mi padre se acerca dejando un beso en mi frente.

—Te quiero —digo viendolo dirigirse a la puerta.

—Yo más, princesa —me mira por última vez antes de salir.

Acabo mi desayuno y busco mi mochila que reposa en el sofá mullido. Salgo del departamento no sin antes asegurarme de agarrar el paraguas, el clima ha estado lluvioso desde la noche de ayer, así que prefiero prevenir un resfriado. Estando en el elevador miro mi reflejo, escaneo mi ropa holgada de un estilo un poco desaliñado, sin embargo es cómoda para ir a la universidad.

De pronto el elevador es detenido, alzo la vista y lo veo, alto, fornido, piel bronceada, ojos verdes, y un cabello rubio que se ve sedoso.

Luke Radley.

Mi vecino y además compañero de clases que parecía sacado de alguna agencia de modelaje, es el chico del cual he estado enamorada estos tres años que llevo viviendo en el mismo edificio que él. Y no soy la única, la mayoría de las adolescentes hormonales que están cerca, no se resisten al Adonis que justo ahora se encuentra en el mismo ascensor donde voy. Jamás había estado a poco metros de él, así que ya deben imaginar la emoción que siento, siquiera puedo aplacar el aleteo en mi interior. Inspiro profundamente respirando el aroma que desprende todo su cuerpo, el perfume es tan embriagante que me deja anonadada.

Al menos cierra la boca Eveline, escucho a mi subconsciente.

Me abofeteo mentalmente al escudriñar al chico sin disimulo alguno con mi mirada de chica enamorada. Reprimo las ganas de chillar emocionada cuando me regala una sonrisa ladeada. ¡¿Me miró?!

¡Me miró, oh por dios!

Sabe que existo, no puedo creerlo.

Nerviosa acomodo las gafas encima de mi tabique, lo observo de reojo mientras él parece sumergido en su móvil. Para mi desgracia, no paso ni un minuto a solas con Luke, ya que las puertas del elevador se abren y una morena alta ingresa junto a nosotros. Cassidy, es la típica chica popular que le hace la vida imposible a los friki, cómo les llama ella al grupo del periódico de la universidad. Lleva un vestido que se ciñe perfectamente a sus curvas, tiene cabello castaño con ondas pronunciadas. Es preciosa, y pues yo... Yo no puedo siquiera competir contra ella.

—Te llamé ayer, ¿qué pasa contigo? —le pregunta al rubio.

—He estado ocupado, ¿qué querías? —la mira con desinterés.

Cassidy ha intentado conquistar a Luke desde que tengo uso de razón, pero el chico hace lo imposible por rechazarla aunque ella insiste una y otra vez, parece no rendirse nunca.

—¿Todavía lo preguntas? —inquiere con cierto tono burlón—. A ti, te quiero a ti.

Luke no se nota sorprendido, quizá ya se había dado cuenta del interés de la morena. Por otro lado, me gustaría no estar presenciando esto, lo último que quiero es quedar de metiche.

—Creo que he sido lo más claro contigo —habla sin emoción alguna en su voz—. ¿Te cuesta tanto entender?

—¿Entonces por qué me besaste? —replica Cassidy.

—A ver, ¿cómo te explico que ese beso no significó nada? —hago una mueca al oírlo, sintiendo pena ajena por la morena—. Solo me dejé llevar por el alcohol, así que supéralo ya.

Se baja del ascensor apenas las puertas se abren en el primer piso, miro a Cassidy y su rostro se ha vuelto rojo. Entonces sucede algo que jamás me imaginé, comienza a llorar mientras Luke se va alejando dejándola ahí, con el corazón roto. No sé que hacer, me quedo petrificada viéndola sollozar haciendo que su rostro se transforme en un gesto de ira y tristeza a la vez. Rebusco en mi mochila sacando un pañuelo que le ofrezco con vacilación.

Lo agarra sin siquiera mirarme.

—Es un idiota... —lloriquea sorbiendo sonoramente—. Es tan ególatra y narcisista, ¿por qué no me corresponde?

Hago una mueca al no saber que decir al respecto, nunca me he encontrado en una situación así, por lo que todo esto es nuevo para mi. Antes de que diga alguna palabra, escucho el claxon del auto de Nora, mi mejor amiga.

—¡Apresúrate! —apremia mientras se retoca el labial.

Observo de soslayo a Cassidy, pero esta ya se ha marchado al estacionamiento. Me acerco al auto y subo en la parte delantera junto a mi amiga, una pelinegra de ojos verde oliva.

—Hola —saludo.

—¿Dónde está tu sonrisa? Anímate un poco o envejecerás pronto —comenta Nora al ver mi expresión de cansancio.

—Sabes lo difícil que me resulta levantarme tan temprano —me quejo resoplando—. Además, no vas a creer lo que...

—¿Esa es Cassidy? —pregunta Nora de repente interrumpiéndome.

Llevo la vista a la morena que se sube a su deportivo rojo, no debe ser fácil que te rechacen al no ser correspondida. Siquiera sé lo que sentiría si eso llegase a sucederme alguna vez.

—No quiere salir con ella —digo abrochándome el cinturón.

—¿Quién, Luke? —asiento—. Vaya, pobre.

—Ha herido su orgullo, y aunque su actitud no me agrade, no merecía aquel rechazo —replico sintiéndome apenada por mi compañera de universidad.

—Tal vez, pero todos tenemos un límite, lo más seguro es que le haya dado señales claras y ella no las quería ver —la miro frunciendo el ceño.

¿Señales claras? Eso es absurdo. La mayoría de los estudiantes pensaban que ellos estaban saliendo, se les veía juntos en todos lados. Sin embargo, no lo comento.

—Aún así no le da derecho a tratar a los demás de esa manera —objeto recordando las palabras del rubio.

Hoy descubrí una parte de él que no conocía, quizá porque solo me fijaba en su físico y no en su personalidad.

He estado tan concentrada en ver lo bueno del chico que me gusta, que omití ciertas cosas malas. Pero he sido testigo de cómo es realmente. Las personas tienden a mostrar solo lo que quieren que los demás vean en ellos, pero nunca dan a conocer las dos caras de la moneda.

Siempre he opinado que debemos ser nosotros mismo en cualquier lugar, sin importar lo que nos rodea, sin perder nuestra personalidad ni aparentear y mucho menos pensar que a dónde sea que vayamos vamos a encajar. Porque la verdad eso jamás ocurrirá.

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