Capítulo uno

Actualidad…

Cuando termino de vestirme y me miro en el espejo, intento recordarme que todo lo que habría podido salir mal ya lo hizo.

Ayer fui de nuevo a buscar plaza en una universidad y al parecer, la mancha sigue intacta.

Sé que debería dejarlo estar, centrarme en otra cosa, pero no puedo. Solo pienso una y otra vez en las cosas que pude haber hecho diferente, en qué habría pasado si hablaba sin permiso y exponía mi caso, si hubiera ido a los noticieros a contar la injusticia, pero siempre llego a la misma conclusión: no habría podido hacerlo.

Respiro hondo mientras intento sonreír. Un pequeño ejercicio que hago todas las mañanas porque me recuerda que soy la única capaz de poner una sonrisa en mi rostro y por lo tanto de quitarla.

Me recuerdo que podría estar peor, que podría estar viviendo en la calle y me recuerdo, sobre todo, que pronto estaré tomando las riendas de mi vida y que nadie podrá quitarme eso, porque no lo permitiré.

Estoy a punto de salir de casa, pero escucho mi celular sonar. Siento la mano temblarme un poco cuando reconozco el número. Es de una de las cafeterías en las que he estado pidiendo trabajo. Reviso la hora para asegurarme que no perderé el autobús y contesto la llamada cuando descubro que no hay peligro.

—¿Hola? —contesto.

—¿Es usted Shirley? —pregunta el hombre al otro lado de la línea.

—Sí soy yo—contesto esbozando una sonrisa a pesar de que no puede verme.

—Tendríamos disponibilidad para hacerle una entrevista hoy a las diez de la mañana.

Mi sonrisa decae cuando escucho sus palabras.

—¿Hoy? —cuestiono—. Es que tengo un asunto muy importante que no puede ser pospuesto. ¿Le molestaría considerar…?

—Hoy es el único cupo que tenemos disponible, es la razón por la que hemos tardado tanto en contestarle —me informa.

Aprieto los labios en una línea fina y respiro hondo, despacio, para que no se escuche nada del otro lado.

—Le agradezco que se haya tomado el tiempo de llamarme. Espero que alguna otra oportunidad pueda surgir.

A pesar de que mi tono es calmado y que mis palabras incitan a continuar la conversación, lo escucho despedirse y ahí quedan mis esperanzas.

Necesito dinero. Después de que mi vida se cayera a pedazos, hice un plan. Me tomó tiempo, he de admitirlo, pero finalmente tengo uno.

No quería escuchar más sobre por qué no puedo estudiar en una universidad en este lugar, así que me inscribí en una academia española de manera virtual. O bueno, lo haré, en cuanto termine de ahorrar para pagar la matrícula.

Se supone que se debe hacer dos pagos en un plazo de seis meses, pero yo llevo dos años reuniendo para tener poco más de la mitad y en cuanto me inscriba no quiero inconvenientes, así que no me meteré en la boca del lobo sin tener nada que me respalde, sobre todo porque mi sueldo de un mes no cubre ni siquiera la tercera parte de la matrícula.

Decido que puedo seguir quejándome de mi miserable vida cuando esté en el trabajo, así que salgo de mi casa y me aseguro de cerrar con llave. Llego a la parada de autobús un minuto antes de que llegue y agradezco en silencio mi suerte.

La distancia de mi casa al trabajo no es mucha y puedo llegar caminando en caso de cualquier problema con el transporte, pero tener una racha de cosas buenas sucediendo en mi vida es algo que me ayuda a creer un poco en el destino y me ayuda a no sentirme tan miserable.

Respiro hondo cuando atravieso las puertas del edificio y aquí es cuando me repito de nuevo lo afortunada que soy por tener un trabajo, sobre todo uno como este.

O este en específico.

Sin tener título alguno, solo podía aspirar a los trabajos más sencillos y de la paga más baja, así que no me avergüenza decir que he recibido ayuda de algunos contactos —bueno, uno en específico— y que me siento afortunada por ello.

Alguien que no solo buscara ayudarme, sino que supiera que puedo ser capaz de hacer un buen trabajo aunque no cuente con un título universitario.

Apenas llego, me meto en la oficina de mi jefe y sonrío un poco al notar que no ha llegado. Faltan unos cinco minutos para las ocho de la mañana, así que me siento frente a su escritorio para esperarlo.

Pasan exactamente cuatro minutos antes de que la mejor persona de todo el mundo entre por la puerta.

—Se ve muy bien hoy, jefe –digo.

Él levanta la mirada mientras se quita la chaqueta y cuando me ve, me da una sonrisa, como si estuviera feliz de tenerme aquí.

—Tú también te ves muy bien hoy.

Y esta es una de las razones por las que no le dije nada cuando mi mundo se estaba cayendo a pedazos, porque él hace más que suficiente por mí sin conocer todo el dolor que hay en mi pecho. No quiero que lo conozca y que se sienta mal por no poder hacer nada para resolverlo.

Sabe que no puedo tener hijos, por supuesto que se lo conté. También sabe que no logré licenciarme, pero no sabe la razón de eso último y tampoco le he dicho que ambas cosas, mi expulsión y enterarme de que nunca podría tener hijos, sucedieron en un breve espacio de tiempo y que es la cosa que más me ha dolido en la vida.

—¿Tendremos mucho trabajo hoy? –pregunta.

—No demasiado. Solo se necesita que firmes unos cuantos documentos y en la tarde tenemos una reunión en Paraons Enterprises.

Lo escucho soltar una pequeña maldición en cuento termino de decir las palabras. Me esfuerzo por no sonreír. Odia ir a esa empresa porque, según dice, las personas que trabajan allí son unos imbéciles que creen que tienen más poder que todos los demás. Yo pienso que solo son ejecutivos, pero no lo digo en voz alta.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo