La suavidad con la que me habla y las palabras que dijo están logrando alentarme, sobre todo por el crecimiento de culpa que me se me ha clavado en el pecho al recordar aquello.
Al abrir los ojos y enfrentarme a su mirada, lo supe. Él me respeta, de verdad me respeta, no está jugando conmigo.
Así me lo demuestra, dándome mi tiempo, tomando en cuenta mi opinión y no solo aprovechando el calor del momento para acostarse conmigo.
— Pierre ... Lo siento muchísimo. No puedo.
Los dos estamos desnudos en la cama, no siento vergüenza con Pierre, al menos ya no. Pero la culpa por desearlo me carcome el cuerpo.
El papá de mi bebé se fué, se murió y yo no espero ni dos meses para estar con otro hombre y nada menos que su mejor amigo.
No puedo.
Esto me está torturando.
— Hey Ámbar, shh, tranquila, vamos, no llores. No, no llores.
Pierre me acuna, estando en sus brazos me siento pequeñita, sin embargo, no tengo la fuerza para alejarme. Es increíble, su pene se siente perfectamente en mi trase