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Solté las flores, y mis piernas flaquearon, tenía tantos sentimientos encontrados que yo no sabía cómo o qué expresar. Keller siguió tocando la guitarra a medida que se acercaba a mí, reconocí esa canción, no sabía como me la sabía, pero mi mente reproducía el coro y hasta los tiempos correctos, pero mi lengua estaba congelada, al igual que el resto de mi cuerpo.

 -Hola, Catira –dijo deteniéndose frente a mí. ¿Eso era todo lo que diria?, no podía estar molesta, es decir, yo fui quien no le contestó las llamadas y no quería verlo, maldición, ¿Qué esperaba?, ¿que se apareciera en mi habitación y me rogara que no lo dejara?

En realidad, sí.

 -Keller, tu –tartamudee-, ¿qué haces aquí?

 Su sonrisa ladeada se formó otra vez en su rostro y la intensidad de su mirada me hizo sonrojarme hasta revolver las pirañas en mi estomago.

 -Necesitaba verte –dijo Keller-, te extrañé demasiado, sabía que tu padre probablemente te castigaría o que te pro

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