Bastián baja del vehículo que se ha estacionado frente al restaurante del cual pretende llevar alimento para su mujer que ha despertado. No puede evitar sonreír ante el recuerdo de la expresión de felicidad de Amelia, aunque la sensación de ser vigilado eriza su piel. Respira profundamente pensando en lo paranoico que está ya que mira a su alrededor y no ve a nadie.
— ¿Necesita que baje yo jefe? – indaga Horacio — no es necesario que lo haga usted – recalca al verlo mirar hacia todos lados con sospecha.
— ¿No sientes que nos vigilan? – el hombre sale de la camioneta y se para justo al lado de Bastián pareciendo una gran pared de concreto.
— Todos nos miran Sr. Christopoulos – en su rostro se asoma un atisbo de sonrisa — créame que de ninguna manera pasaremos desapercibidos – Bastián asiente con una sonrisa ladeada.
Unos niños se acercan a ellos apoyando las palabras de su guarura, el más pequeño toca su pantalón hecho a medida y Bastián baja el rostro desplegando una sonrisa, pero