—Estas de aquí son las flores más vendidas —explicó Antonella a la mujer que había entrado en su tienda buscando un ramo de flores para el cumpleaños de su madre—. A las personas les gusta por su fragancia. Representa el amor puro cuando se la regalas a una persona.
Antonella levantó la mirada y se dio cuenta de que la mujer, Annalise, como se había presentado al entrar, no estaba mirando las flores. En lugar de eso, miraba disimuladamente a Leo. Él había llegado poco después de que Lucy entrara a la tienda, le había dado un saludo con la cabeza y se había sentado en el pequeño espacio de descanso junto a la ventana.
—¿Entonces, le gustan o le gustaría seguir viendo? —preguntó para llamar su atención.
Lucy se giró hacia ella con una sonrisa demasiado encantadora y asintió.
—Estas estarán bien. Creo que a mi madre le encantaran. Son preciosas y huelen increíble.
Pese a que las palabras de la mujer sonaban sinceras, Antonella no podía dejar de pensar de que había algo extraño con ella.
—