Después del entierro fuimos a la cabaña para acompañar a Celeste y Sara un rato, tuve la oportunidad de darle mis condolencias a Sara cuando el tipo la dejó por un momento, pero como siempre Miriam apareció echando todo a perder.
Nos fuimos de ahí porque mi hija necesitaba descansar, me hubiera gustado quedarme un poco más pero tanto mi madre y Miriam no lo permitirían y la verdad no quería discusiones ese día.
Cuando llegamos a casa baje de la camioneta solo para entregarle a mi pequeña Ana a Elena pidiéndole que la cuidara, ella me sonrió tristemente y entendió muy bien a dónde iba, cuando tenía malos ratos que era muy seguido, me perdía bebiendo en la casa del árbol hasta quedarme dormido de borracho.
Elena entró a la casa con mi hija, mi madre y Miriam me gritaban desde la puerta de entrada haciendo reclamos,