El Día Soñado tocó la puerta de la manera más hermosa para la pareja. Un sí bajo el cielo de Madrid. El 14 de septiembre amaneció radiante en la Hacienda. El aire fresco de la mañana traía consigo el dulce aroma de los jazmines y la promesa de un día perfecto. La agitación en la casa era palpable, pero no caótica. Era la energía vibrante de la felicidad.

Cynthia se despertó sintiendo una ligereza en el pecho que nunca antes había experimentado. Miró el anillo de zafiro y diamantes en su dedo, un recordatorio brillante de la promesa de Mathias. Su vestido de encaje y seda, colgado junto a la ventana, parecía bailar con la suave brisa. Estrella, convertida en una pequeña organizadora, entró en la habitación con Clara, ambas con batas a juego.

—¡Mamá, es el gran día! —exclamó Estrella, con los ojos llenos de emoción—. Las flores ya están llegando.

Clara, que llevaba un pequeño ramito de lavanda en la mano, lo extendió hacia Cynthia.

—Para ti, mamá. Para que seas muy feliz. Lo he robado d