Capítulo 149
La camisa blanca de Carlos se tiñó de rojo casi al instante.

Sara, entre lágrimas de arrepentimiento, me miraba con odio, y de su garganta salían risas escalofriantes.

Los sirvientes, alarmados por el ruido, volvieron corriendo, disculpándose sin cesar; si no les hubiera pedido que se retiraran antes, nada de esto habría ocurrido.

Carlos actuaba como si no sintiera dolor.

Sin expresión alguna en su rostro, sus oscuros ojos se fijaron en mí.

La luz en su mirada parecía apagarse mientras hablaba, —¿Te sirve si pago nuestras deudas con sangre?

La herida estaba en el costado; no era grave, pero la sangre fluía sin parar.

Los demás le rogaban que se fuera de inmediato, pero él seguía mirándome, como si esperara mi respuesta.

Tropecé y caí en la silla, mi corazón latía con fuerza, aunque en mi interior solo sentía una calma absoluta.

Cuando finalmente Carlos no pudo resistir más y cerró los ojos frente a mí, vi cómo todos lo ayudaban apresuradamente a salir.

Sentí un frío en las me
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