-Despierta Patricia, despierta, no me asustes más-
Escuché la vocecita dulce, musical, delicada y preocupada de Alondra. Yo tenía los labios mojados. Ella había pretendido darme agua pero el líquido resbaló por todo mi mentón el cuello y hasta el pecho porque yo no reaccionaba, incluso seguía tonta, meneando la cabeza, sintiéndome flotando en las nubes, igual si hubiera recibido una puñetazo en la cara,
-¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?-, empecé a balbucear desconcertada. Traté de levantarme de la cama pero ella no me dejó. Puso su mano en mi pecho.
-No sé, te encontré desmayada en el suelo, lo mejor es que sigas descansando-, me pidió Alondra.
-¿Cómo pudiste cargarme hasta la cama?-, estaba yo sorprendida y aún eclipsada.
-Ay, pesas como una vaca, pero tampoco te iba a dejar en el suelo-, se disgustó mi amiga. Intentó otra vez darme agua, pero esta vez si sorbí todo el vaso. Lentamente empecé a recuperarme, aunque no dejaba de parpadear y sentía rayos y truenos reventando en m