Capítulo 57

La primera vez que fui a la playa con Rudolph, me sentí muy tonta y completamente turbada frente a tanta gente que había en la arena disfrutando del mar y de los rayos del Sol. ¿Se imaginan? Mi marido estaba muerto, era un fantasma y estábamos rodeados de cientos de personas aprovechando la frescura de las olas a esa hora del día. Rudolph en cambio estaba entusiasmado de reaparecer en el litoral. Siempre le encantó el mar. Cuando éramos novios solíamos ir en la noches a contemplar la Luna encendiendo sus luces sobre el agua, convirtiéndola en un lienzo de muchas luciérnagas jugueteando con su divino y mágico ondular. Nos besábamos mucho y yo soñaba siempre en castillos en el aire, en golondrinas de colores y en estrellas al alcance de mis manos, eclipsada a los labios varoniles de él que me dejaban completamente ebria de placer.

Rudolph había llegado de noche a la casa, a eso de las once, y pro primera vez no se fue de mi lado. Cuando ya era de mañanita, se había puesto una berm
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