A nuestro alrededor reina el silencio. Ha acabado todo, no oso mirar. Un quejido casi imperceptible llama mi atención. Abro los ojos y lo primero que veo es el rostro de Vicenzo contraerse. Maldiciendo trata de levantarse, pero sus brazos ceden y cae sobre mí. Verlo dolorido me destroza el corazón y reacciono instintivamente levantándolo. Es pesado, pero consigo colocarlo de lado mientras su cuerpo cae al suelo. No importa lo que está sucediendo a nuestro alrededor, mi única preocupación es él. Me arrodillo y trato de levantarlo.
—¿Vicenzo, qué sucede? —Pregunto mientras lo zarandeo. Sus manos me agarran las muñecas y es entonces cuando nuestras miradas se cruzan. La suya está apagada y su rostro ha empalidecido. —Tranquilo, estoy bien. —Trata de asegurarme. Me fijo en la camiseta, tiene sangre en el costado, mucho sangre. Acerco la mano al borde de la cam