Capítulo 98—Jamás podría odiarte
Narrador
Ya casi había caído la noche cuando llegaron y el apartamento estaba en silencio cuando cruzaron la puerta. Seth sostenía al bebé con un brazo, mientras con el otro ayudaba a Nebra a caminar despacio. Aún estaba pálida, agotada, pero se mantenía erguida, orgullosa incluso en su fragilidad.
El dormitorio que, alguna vez había ocupado ella, ahora estaba transformado por completo. Todo era nuevo; la cuna, la mecedora, los estantes con ropa diminuta cuidadosamente doblada, un cambiador a un costado, y sobre la cómoda, un par de juguetes suaves. La habitación tenía luz cálida, cortinas nuevas y un aroma suave a talco y lavanda.
Nebra lo miró todo en silencio, sin saber qué decir.
—Le pedí a Simón y a Dalia que se encargaran de comprar todo —dijo Seth, sin mirarla directamente —Me pareció lo mejor, ya, cuando estés del todo repuesta, podrás adecuarlo a tu gusto y necesidad, pero por ahora, creo que sevirá.
—Es perfecto y está precioso —murmu