Capítulo dos. ¡Arrogante!

—¡¿Estás loca?! No te comprendo Amber, en serio que no logro entender qué es lo que pasa por tu cabeza —Andy se sentó en el sillón con más enfado del que jamás había sentido.

—No voy a dejarlo ganar, Andy, ¿Qué tan malo puede ser trabajar un año con ese idiota? —preguntó de manera tan confiada que solo aumentó el enojo de Andy.

—¿No te estás dando cuenta? Tu padre te tiene justo donde quería, estás de nuevo bajo sus garras, ¡pensé que eras más lista Amber! ¿Qué tan malo puede ser trabajar un año con ese idiota? —repitió la pregunta de su amiga. —Ni siquiera lo conoces, no sabes nada de él; estás cometiendo un error Amber, volvamos a Italia —le pidió.

—¡No! ¡No, no voy a volver! Voy a demostrarle a mi padre que cometió un terrible error vendiendo Airplane a un desconocido y todo por no confiar en mí —Amber estaba resentida con su padre por la venta de la empresa familiar y por otras tantas cosas más.

—Estás actuando desde el coraje y el resentimiento, ¿Crees que puedas sacar algo bueno de eso? —preguntó y antes de dejar a Amber responder, añadió: —No, mejor será que no me respondas ahora, ve y haz tu mejor esfuerzo Amber, estaré aquí para ti, aunque no me guste nada este asunto —Andy salió de la habitación de su mejor amiga y volvió a la suya.

Como amiga se sentía impotente de ver como el padre de Amber jugaba con ella de esa manera, pero era cierto que Amber no era una niña y podía tomar sus propias decisiones, y sabía muy bien lo que era bueno y malo. Únicamente esperaba que no sufriera en el proceso.

A la mañana siguiente Amber llegó a las oficinas de Airplane en compañía de su padre, él conocía perfectamente las instalaciones, pero no dijo nada mientras su padre le iba explicando y presentando como su hija a cada uno de los colaboradores.

—Bienvenido, señor Guillermo, el señor Montgomery lo espera en su oficina —anunció la secretaria en tono amable.

Amber le devolvió la sonrisa inevitablemente cuando la chica le sonrió con timidez. Quizá podía conseguir una amiga o una aliada en ella. Nunca se sabía.

Thiago Montgomery miró a su suegro y a su cuñada entrar a su oficina, hacía tiempo que no había tenido el placer de ver a Guillermo Preston y a su cuñada no tenía el disgusto de conocerla, más que por la boca de Maggi.

Y si era completamente sincero. No tenía ningún interés en conocerla, si no fuera por el estúpido acuerdo firmado con Guillermo que lo obligaba a recibirla, él la habría despachado antes de que pusiera un solo pie en su empresa, pero él era un hombre de palabra y no se echaba atrás únicamente porque los Preston querían cogerlo de niñero.

—Thiago ¿Cuánto tiempo sin vernos? —dijo Guillermo extendiendo la mano para saludar a su yerno.

—No hay necesidad de vernos, Guillermo, tu dinero siempre está de manera puntal en tu cuenta bancaria, esto es todo —dijo con sequedad mientras los invitaba a sentarse y miraba sin interés a la rubia que lo acompañaba.

—Siempre tan cálido y tan directo —dijo Guillermo, quién se tragó el enojo y su orgullo.

Thiago era un hombre arrogante, pero muy inteligente, y desde que era el presidente de Airplane los ingresos habían incrementado en un 90 %. Únicamente por eso soportaba su m*****a arrogancia.

—Nos conocemos lo suficiente, Guillermo. Los dos sabemos que, si no fuera porque esta sociedad nos convino a los dos desde un inicio, no estaríamos aquí, hablando como si fuéramos amigos —replicó con simpleza.

—Tienes razón. Entonces… te presentó a mi hija, ha llegado de Italia y estará bajo tus órdenes de acuerdo al pacto que existe entre nosotros.

—¿Y… tiene nombre? —preguntó mirándola fijamente con una ligera sonrisa que fue más una expresión burlesca.

—Amber, mi hija menor…

—Y dueña del 25 % de las acciones de esta empresa —respondió la chica con cierto enojo en su voz al notar la superioridad con la que le hablaba a su padre y no es que le importaba como le hablara a Guillermo, pero era más que evidente que a ella no lo trataría mejor si le daba ventajas.

Thiago dibujó una ligera y cruel sonrisa en los labios antes de hablar.

—¿Y crees que el 25 % te da derechos en la empresa? —preguntó poniéndose de pie. Provocando un ligero escalofrío en la columna vertebral de Amber.

La mirada de Thiago Montgomery, le recordaba a la mirada de un tigre en cautiverio. Parecía que odiaba a todo el mundo, o… ¿Solo era a ella?

—Quizás no los mismos derechos que tú con un 65 %, pero sigo siendo tan dueña como tú, así mis acciones fueran solo diez —rebatió Amber y él muy cretino se rio en su cara.

—Tienes razón, pero la diferencia entre tú y yo es clara Am-ber —Thiago deletreó su nombre.

Amber se maldijo al sentir que sus piernas temblaron y no sabía si era por la manera de pronunciar su nombre o por la manera en que la estaba mirando.

—Soy el único que dispone sobre quién está y quién no. Y por el momento, estoy muy tentado en no aceptar ser tu tutor —dijo.

—¿De qué tienes miedo Thiago Montgomery? ¿Temes enamorarte de mí? —le provocó.

—¡Amber! —gritó su padre rojo de la furia y es que a Amber se le había olvidado que su padre estaba presente.

—¿Qué? ¿No lo estás escuchando? —exclamó Amber indignada.

—Lo que sucede Amber, es que dudo mucho que tengas la capacidad para ocupar un puesto importante dentro de esta empresa, seamos sinceros, has pasado los últimos dos años en Italia, viviendo de tus ganancias. Respóndeme ¿Has trabajado alguna vez?

Amber apretó las manos en dos puños bajo la mesa. Ese hombre ni siquiera la conocía y parecía que disfrutaba tratando de humillarla y de hacerla sentir menos que nada, pero iba a enterarse, ella podía odiar a su padre tanto como era posible, pero era una Preston y no iba a dejarse pisotear por nadie, ni siquiera por su cuñado.

—¿No puedes responder? Lo imaginaba. ¿Qué sabes hacer aparte de gastar el dinero a manos llenas? —preguntó con una sonrisa. —Déjame adivinar el motivo por el cual estás aquí. ¿Tu fuente mágica de dinero se agotó? —se burló, porque había sido él quien había dado la orden de cancelar todas las tarjetas de crédito que estaban a su nombre.

—Eres despreciable, no tenías ningún derecho a cancelar mis tarjetas de crédito, además te equivocas, nunca sobrepasé el límite de ninguna de ellas. Tienes que hacer mejor tu trabajo —se defendió Amber con enojo.

Ese hombre era un demonio.

—Eso no importa, Amber. La primera lección que debes aprender: es que no solo se trata de ser el dueño de un porcentaje de acciones para tener derechos, también existen las obligaciones, las responsabilidades que conlleva ser el dueño de una empresa y el sacrificio que se debe hacer todos los días sacar un negocio a flote.

—Y por eso estoy aquí, quiero aprender a manejar el negocio y recuperar las acciones que mi padre te vendió —dijo muy segura de sí.

—Tu padre no pudo hacerlo, ¿Qué te hace pensar que tú lo lograrás? —preguntó mirándola fijamente, tenía un parecido impresionante con Maggi, pero había algo más que le hacía querer atacarla, solamente para ver cómo se ponía roja del enojo.

—¿Y qué te hace creer que no puedo lograrlo? —atacó Amber.

—Bien, vamos a ver de qué estás hecha Amber Preston, empiezas mañana como mi asistente personal, si no te gusta la idea, no vuelvas a pisar esta oficina —sentenció saliendo de la habitación, dejando en el corazón de Amber un vacío que amenazó con tragársela por completo.

«Su asistente personal. ¡Maldito arrogante!», pensó.

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