•Narra Kenny Stewart•
Es la quinta vez que trago saliva después de unos largos 20 minutos. Siento un poco apretado el pequeño cuerpo de Morelia entre mis brazos y el calor está abochornándome por completo.
Las personas comienzan a bajar y al visualizar que hay más espacio, la desprendo de mí cogiéndola de sus delicados brazos. Inclino mi rostro para verla y ella se mantiene a ojos bien abiertos como si fuera una estatua de cera.
—Morelia… —replico su nombre–, Morelia… —Paso mi mano en frente de su rostro y ella comienza a reaccionar pestañeando varias veces.
—¿S-si? —Me responde tartamudeando y sonrío.
—Ya puedes acomodarte aquí a mi lado, solo sostente de mi brazo por el momento. —Le indico, y ella asintiendo tímidamente como lo es siempre, lo hace.
El tiempo aparenta ser una eternidad, ya me siento cansado y no cuento los segundos para salir de aquí.
***
—Aquí debemos bajar Sr. Stewart. —Morelia me av