Simón, desesperado por salvar a su amado hijo, habló por teléfono con Julio esa noche para asegurarse de que tanto él, como Clara estuvieran en casa. A la mañana siguiente, sin pérdida de tiempo, se dirigió con Pol directamente a la familia Pérez en Valencia.
—¡Julio! ¡Tienes que ayudar a tu sobrino mayor esta vez! —Simón entró y comenzó a llorar, completamente desconsolado, descuidando por completo su apariencia ante su buen amigo.
Julio y Leticia salieron corriendo para recibirlo. Al ver a Simón tan desarreglado y evidentemente afectado, Julio se preocupó en gran manera.
—Simón, ¿qué te pasa? —Leticia estaba sorprendida por su aspecto desaliñado.
Simón dio tres pasos rápidos y luego tropezó con una piedra debido a su edad avanzada. Al instante, casi se arrodilló frente a Julio y Leticia.
—Papá, ¿estás bien? — Pol ayudó a Simón a levantarse, pero no pudo evitar una risa interna. Este viejo realmente amaba a su hijo.
Simón, sin preocuparse por su apariencia, agarró el brazo de Julio. —