Nina
Enzo me cogió de la mano hasta el último momento, y me la soltó justo antes de que se cerrara el portal. Quería aferrarme a él y saltar a través del portal con él, pero sabía que no funcionaría. Y tenía razón: tenía que quedarme aquí. Aún quedaba mucho por hacer.
“¿Vas a estar bien?”, preguntó