—Gracias por tu preocupación, señorita Vázquez, pero confío plenamente en el carácter de mi esposo.
Dijo Ximena con una voz suave como el murmullo de un arroyo, pero que hirió a Lluvia como un puñal, causándole un dolor agudo en el corazón y dificultándole mantener su compostura.
—Ximena, eres joven