Lisandro irradiaba un frío que intimidaba a cualquiera. Ximena sintió un peso en el pecho, su sangre parecía congelarse.
—Lisandro... —Enrique, confundido y apresurado, soltó la mano de Ximena—. Lisandro, no te confundas, nosotros...
Enrique miró rápidamente a Yazmin, temiendo que dijera algo inapro