Ximena soltó una risita.
—¡Pues sigue odiándome!
Actuando como si no le importara, ella intentó irse, pero Rebeca la detuvo.
—¡Espera, firma el acuerdo! —ordenó Rebeca.
—¿Por qué lo haría? Casi me matan y ¿tendría que perdonar a quien intentó hacerlo? No soy tan magnánima.
Rebeca bloqueó el paso de