Lisandro conducía montaña abajo con Elena y Mateo a bordo.
Había ordenado que llevaran el coche de Elena a reparar cerca de allí y había encargado a Daniel que llevara a Elena y Mateo de vuelta a Aurensia.
Elena, con una sonrisa, sugirió: —Lisandro, ya se está haciendo tarde. ¿Por qué no se quedan Mateo y yo en el hotel Nubiazura esta noche?
El rostro de Lisandro no mostró emoción al escucharla, lo que provocó un latido acelerado en el corazón de Elena.
Ella se apresuró a explicar: —A Mateo