Esa noche, Lisandro no regresó.
Ximena no sabía si no volvería o si algo le había sucedido.
Tomó y dejó el teléfono varias veces.
Finalmente, bajo la insistencia constante de Felicia, Ximena llamó a Lisandro.
—Oh, volviste a Aurensia. Estoy bien, solo quería asegurarme de que estuvieras seguro. Buenas noches.
Desde el otro lado del teléfono, se escuchó la voz inocente y clara de un niño pequeño: —Papi, ven rápido...
Ximena rápidamente colgó el teléfono, con su corazón latiendo alocadamente